La cara de interrogante se dibujó en la jefa, pero la pequeña Vera solo se encogió de hombros, indicándole que no tenía idea de a que habían ido.
Mónic se acercó hasta ellos. Eran un hombre de unos cincuenta años, robusto y piel morena, el otro era un poco más joven, alrededor de los treinta, de estatura mediana, tez blanca y con anteojos.
—Señores, buenos días, ¿en qué puedo ayudarles? —les decía con cortesía.
—Buenos días. Detective Steve Jenkins y el detective Jan Clain —extendió su mano, se presentó el moreno y presentó a su acompañante —. El asunto es un tanto delicado, preferiría que lo habláramos un poco más en… privado —terminó por decir.
La preocupación comenzó a llenar el cuerpo de la chica. No tenía idea de que hacían esos oficiales ahí, pero estaba segura por las palabras y el tono de voz que había usado, que no era nada bueno.
Les indicó que la siguieran y así lo hicieron. Llegaron a su oficina y los invitó a tomar asiento, mientras ella hacia lo mismo.
— ¿A que debo el