Thiago, al ver a Dayana llorando por primera vez, sintió una fuerte opresión en el pecho. Jamás había visto a esa mujer en aquella situación, puesto que, Dayana siempre se mostraba fuerte y siempre le veía el lado amable a todo.
- Dayana, yo… -Thiago intentaba decir algo, pero las palabras no salían.
- ¡Vete! ¡Déjanos! No tenemos una mansión como en la que vives, pero, al menos, somos felices, no necesitamos un mundo de dinero para ser felices, ¡Vete! -dijo Dayana terminando la conversación y entrando a su edificio.
La joven mujer caminaba a paso veloz, no quería ser interceptada por ese hombre nuevamente, estaba tan molesta, tan frustrada y asustada que no podía pensar bien.
Thiago por su lado, solo pudo ver cómo ella se alejaba y sintió que había sido suficiente por hoy, así que subió a su auto y fue a buscar un hotel donde pudiera descansar luego de un largo viaje y día.
Durante todo el camino no paraba de pensar en Dayana, ese niño, y las imágenes que había visto y vivido en la pla