Rápidamente, ha pasado un mes, increíblemente, nadie puede dar con el paradero de Liliana. Tal pareciera ser que, se la ha tragado la tierra, pues por más esfuerzos que han hecho, nada, no hay ni un rastro de la joven.
La abuela Talina ha caído enferma de tanta angustia, ella ni siquiera ha tenido que visitar la caja fuerte, por lo que pareciera chiste mal contado, ni cuenta se ha dado de que Liliana le ha robado el dinero que tenía guardado ahí.
Por su parte, Luis Cedeño se topa con lo que más se temía: en un mes, se desbloqueará el ahorro que tenían entre Catalina Covalín y él, para ese supuesto hijo que venía en camino.
- Señor Cedeño, ya le he dicho: sin la huella y firma de Liliana, no podremos hacer efectiva la última voluntad de su difunta esposa, por lo que ese dinero sería donado a instituciones de caridad, tal como la última petición de su difunta esposa. -dijo el gerente del banco tratando de sonar razonable.
Lo que no sabía esta persona era que para Luis Cedeño y su dinero