Luis Fernando Cedeño, luego de leer los documentos que Patricia le entregó, supo que sus días aún no estaban acabados, bien podía haberse acercado a Thiago, pero no, no podía confiar en él una vez más. Sabía que su propio hijo, si tuviese que venderlo al mejor postor, lo haría y más cuando su cabeza ya tenía un precio.
- ¡Cedeño, estás rodeado, sal de ahí! -se escuchó una voz que el hombre no reconoció.
Por un momento se quedó callado, él no recordaba muy bien a Theo, le había visto en sus pocas apariciones en televisión, esa voz no era de él, así que supo que algo no había salido de acuerdo con el plan.
- ¿QUIÉN CARAJOS ERES? -grito Cedeño al no reconocer la voz.
- Debes saberlo bien, venimos por ti y por la mujer que tienes dentro, no nos hagas usar la fuerza, tus hombres ya han sido abatidos, no tiene caso que sigas encerrado, sabes bien que entraremos. -dijo Plutarco en un tono serio pero calmado.
- ¿Tan seguro estás? -preguntó Cedeño con una falsa confianza.
- ¡No estás tratando c