Mientras Heinrich tenía una incómoda reunión con aquella mujer de nombre Darla Montemayor y revisaba pendientes que debía cerrar, en California, Theodore, Florence, Dayana y Rui desayunaban amenamente.
El pequeño Rui devoraba todo lo que estaba frente a él, eso sorprendía incluso a su madre, pues no lo veía comer tan a gusto desde hacía mucho tiempo.
- ¡Rui me recuerda mucho a Heinrich! -dijo Florence con una amplia sonrisa dibujada en el rostro.
- ¿Por qué se lo recuerda?
- ¡Cariño! No me hables de usted, me haces sentir vieja y lo soy, pero no me gusta admitirlo. -dijo Florence en tono bromista.
- Per… Perdón… -dijo Dayana sonrojándose.
- Rui es un niño libre y no le da pena mostrar quién es, eso es muy bueno, nuestro Heinrich era así de niño, ahora lo ves muy solemne y todo, pero el guapetón, era una bala, subía y bajaba árboles.
Él siempre iba un paso delante de nosotros, siempre arriesgaba su pellejo por nosotros. Me encanta tu hijo, es una copia de lo que un día fue nuestro Heinr