Dayana llegó al colegio donde estaba Rui, ella sentía que su corazón se le salía, necesitaba abrazarlo, besarlo y decirle que todo estaría bien, que ella estaba ahí, que nada malo sucedería.
Al querer ingresar al colegio no tuvo problema, el problema se suscitó cuando pidió verlo, pues necesitaban la autorización del tutor para que ella, siendo la propia madre, pudiera verlo y abrazarlo.
- Señora Cedeño, necesitamos que su esposo autorice, discúlpenos, pero estas son las reglas.
- ¡Pero es mi hijo! ¿Acaso no saben que mi hijo en este momento me necesita?
- ¡Lo siento, señora! De verdad, necesitamos la confirmación de su esposo para poder darle acceso al menor, usted debe entender, como menores de edad, debemos tener políticas estrictas sobre quién puede y no ver a los menores.
- Es decir que mi esposo nunca me dejó como tutora… -preguntó Dayana sorprendida.
La mujer frente a ella revisó los registros y, efectivamente, Dayana no aparecía como tutora; solo era el padre y la abuela pater