Heinrich observaba con atención a Dayana, debía ser honesto consigo mismo, él jamás había actuado de aquella manera, pero había algo en aquella joven mujer que le había llamado demasiado la atención, pues si miraba a su alrededor, ella no se comparaba con las mujeres que desde hacía varios minutos no le quitaban los ojos de encima.
- Me llamo Heinrich Meisel, ¿Cuál es tu nombre y qué haces aquí?
Dayana, al escuchar su voz, se puso nerviosa nuevamente.
- Me, me llamo Day… Dayana Garza Cantú…
- ¡Mucho gusto, señorita Garza Cantú! Ahora, dígame, ¿Qué se supone que hace a estas horas aquí? ¿Esperaba a alguien? Porque supongo que el hombre que ahuyente no era su cita de esta noche, dígame, ¿Qué se supone que hace una mujer como usted aquí?
- Bue… Bueno, intento cenar… -dijo Dayana mirando hacia la mesa.
En un acto que no vio venir, el hombre se inclinó y levantó su mentón con una mano, para decir algo más.
- ¡Jamás bajes la mirada! ¡Eso solo lo debes hacer cuando saludes a alguien que sea m