Seguir fingiendo.
Salgo de ahí porque no pienso darles shows a toda esa gente que solo está esperando mi caída para tener algo nuevo de qué hablar. La música sigue sonando, los murmullos continúan, pero yo solo escucho mi respiración agitada intentando no explotar frente a todos. Mantengo el paso firme, rápida, aunque por dentro me hierva la sangre de coraje y vergüenza.
Alguien me toma del brazo justo cuando salgo de la casa. La fuerza es firme, pero no agresiva. Me giro y es René. Él. El que menos quiero ver ahora.
—Lo siento —dice con esa voz baja que usa para sonar comprensivo—. Sé que no serías capaz de algo así.
Como si me conociera. Como si supiera siquiera una mínima parte de lo que soy, de lo que cargo, de lo que he tenido que soportar. Ese tono de hombre que cree leerme me irrita aún más que los comentarios de adentro.
—Lo hice a propósito —le suelto sin pensarlo, mintiendo con frialdad—. La empujé porque ella tiene algo con lo que siempre soñé yo, algo que era mio.
Lo digo solo para