Max
El frío de la bodega me calaba los huesos.
Estaba atado a la silla, apenas con los pantalones y la camisa abierta, la piel pegajosa de sudor seco y sangre.
Cada músculo de mi cuerpo gritaba por moverse, pero no había fuerza. Solo la sensación de que todo… absolutamente todo… se había desmoronado.
Mi corazón estaba hecho trizas. Había visto cómo mataban a mi hija. Había visto cómo la mano de Sofía, o de quien fuera, se cerraba sobre la cabeza de Magda. La pesadilla me envolvía en cada respiración.
Apreté los puños, notando la cuerda morderme la piel.
"¿Y si fue real? ¿Y si Magda ya no está?"
Cerré los ojos con fuerza. Recordé cada uno de los movimientos que había hecho por si Lucile me tomaba por sorpresa.
Había dejado todo listo, la muñeca, cada pista… todo para que alguien los encontrara si yo no estaba.
"¿Lo habrán hecho? ¿O era otra ilusión de Lucile?"
Me repetía que debía ser fuerte. Pero por dentro estaba muerto.
Muerto en vida.
Eso era yo ahora.
La puerta se abrió con un