Pierre
Entré furioso a mi oficina y cerré la puerta de un portazo. El golpe revertebró hasta en las paredes, haciendo tambalear los cuadros colgados.
Paulina se había ido ayer en la tarde, justo antes de la lectura del testamento de mi abuelo. Ni una palabra. Ni una excusa. Ya no le interesaba lo que yo pudiera decir o hacer...
"Maldita perra, tengo que volverle a enseñar quien es su amo, otra vez."
Golpeé el escritorio con el puño cerrado. La madera vibró bajo mi furia, y un portaplumas cayó al suelo. Lo pisé con gusto.
¿Cómo se atrevía?
Alexander debió dejarle algo importante. No había otra explicación. No esperaba a que todo se detuviera por esa maldita zorra.
No podía creer lo mucho que la odiaba. La desgraciada me robó la posibilidad de casarme con quién yo queria, ni siquiera logró darme un heredero. No soportó el peso de este mundo. Me humilló yéndose con otro y luego... Volvió de entre los muertos.
Mi error fue aliarme con Lucile, dejarla obrar a ella, darle en bandeja de o