Paulina

No podía dejar de mirar las fotos.

Las sostenía entre las manos, como si tocarlas una vez más pudiera cambiar lo que mostraban. Como si pudiera encontrar un error, una sombra fuera de lugar, una prueba de que todo era un montaje cruel.

Pero no.

Era Sofía.

No podía mentirme a mi misma. Querer convencerme de que era alguien que lucía exactamente como ella...

—Esto es una locura —murmuré para mí misma.

—¿Señora? —preguntó el chofer desde el asiento del conductor.

Levanté la vista, distraída.

—Nada —negué rápidamente—. Lléveme a la casa de mi abuela.

Él asintió y retomó el camino en silencio.

Apoyé la frente contra la ventana del coche. Las luces de la ciudad pasaban veloces, y cada una parecía reflejar un recuerdo que prefería mantener enterrado. Pero no podía seguir ignorando las piezas rotas de mi pasado. No si quería salvar lo poco que aún podía recuperar.

La casa apareció minutos después. Modesta, antigua, con la pintura descascarada en las paredes externas y las rejas de h