Capítulo 47: Dámela

Paulina

—Paulina... —escuché su voz antes de que lo viera—. ¿Todavía estás aquí?

Max estaba en el umbral, descalzo, en pijama, con el pelo alborotado y esa mirada que siempre me hacía temblar las piernas.

Volteé hacia él, con la garganta hecha un nudo.

—Tu computadora... —murmuré—. No fue a propósito. Solo vi el ícono... y...

Me detuve.

No podía hablar sin que la rabia me estrangulara.

Él se acercó despacio. Se paró frente a mí. Miró la pantalla y suspiró.

—No tenías que ver eso. Yo iba a contártelo.

—¿Desde cuándo? —pregunté, bajito.

—Hace unos días. Están en todos lados. Hice lo posible por frenarlo, por bajarlo de las redes, pero… —bajó la vista—. Él tiene acceso a más medios de los que pensé. Y juega sucio.

Sentí las lágrimas amenazar. No por tristeza. Por impotencia.

—Está cambiando la historia —susurré—. Y... ¿vamos a dejarlo?

Max negó con la cabeza.

—No. No lo voy a dejar. Pero tampoco voy a ponerte en el ojo de la tormenta hasta que estemos listos. Hasta que tú lo estés.

Me m
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