Capítulo extra 5

Madga

Augusto me rodeó con el brazo apenas escuchamos otro disparo.

Luciano le había ordenado con voz firme, cortante, como si cada palabra suya pesara más que las balas:

—Augusto, sácala. Protégela con todo. Ella es mi mujer y nadie la toca.

Mi cuerpo temblaba, pero no por miedo. O no solo por eso.

La adrenalina me nublaba el juicio. Apenas dimos cinco pasos hacia la salida del restaurante, escuché un ruido seco detrás, seguido de otro mesero que se acercaba por la izquierda. No iba con una bandeja. Iba con otra pistola.

Me giré. Vi cómo levantaba el arma.

Sin pensar, sin dudar, metí la mano en el cinturón de Augusto y le saqué su pistola.

—¡Señorita! —gritó él, pero ya era tarde.

Disparé. Una, dos, tres veces. El primer hombre cayó, el segundo también. Luciano había derribado a otro con un disparo en la frente. Augusto reaccionó al fin, cubriéndome mientras disparaba al último que intentaba escabullirse.

Cuando todo terminó, el silencio fue brutal.

Los cuerpos en el suelo. Las mesa
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