La foto que despierta la niebla

Austin está en su habitación, rodeado de cajas y maletas que habían llegado esa mañana, enviados por sus abuelos, Giovanni y Sofía Costelo.

La caja es grande, pesada, llena de recuerdos de su vida anterior. Al principio, no sabe qué hacer con todo eso. ¿Qué sentido tiene abrir cosas que no recuerdas? Pero algo dentro de él lo empuja a hacerlo, tal vez por un deseo de encontrar algo que lo conecte con su pasado, con ese hombre que solía ser, aunque no sepa cómo era realmente.

La caja es un caos de cosas viejas: un uniforme de fútbol con los colores de un equipo, viejas camisetas con manchas de sudor, una pelota de fútbol gastada, libros de texto marcados con notas de sus compañeros, una pulcera. Cada objeto lo mira desde el fondo de la caja, pero ninguno le genera una emoción real. Nada le importa. Son solo cosas. Cosas que no tienen valor para él ahora.

Finalmente, llega al fondo, donde encuentra un álbum fotográfico y un anuario de la escuela. Lo toma con curiosidad, abriéndolo lentamente. ¿Quién era ese chico de las fotos? El joven sonríe en todas las imágenes, rodeado de amigos, en fiestas, en el campo de fútbol, ​​posando con su familia. Pero a medida que pasan las páginas, la niebla en su mente se hace más densa. Ningún rostro le es familiar. No puede conectarse con ninguno de esos momentos, como si fueran escenas de una película que no ha visto. Son solo recuerdos ajenos, que no tienen cabida en su mente.

Cuando llega a una página con una foto de una chica, algo en su interior se detiene. La chica sonríe a la cámara con una mirada tranquila, casi como si estuviera esperando a que alguien la mirara. Su nombre está escrito debajo, en letras finas: Celine Giuffre.

Austin se detiene, con los ojos fijos en la foto. ¿Céline Giuffre? Algo resuena en su pecho, pero es como una chispa que se apaga en segundos. ¿Quién es ella? No puedo recordar. La niebla en su mente lo envuelve con fuerza, como si la información estuviera demasiado lejos para alcanzarla.

De repente, un dolor punzante le recorre la cabeza. La jaqueca aparece con fuerza, haciendo que cerrar los ojos. ¿Por qué le duele? ¿Por qué siente que olvidó llegar a un sitio importante? No lo entiendo. ¿Por qué ese nombre le afecta tanto?

El dolor crece, su frente se arruga mientras se lleva la mano a la cabeza, frotando con desesperación, intentando que la niebla se disipe. Quiero recordar, quiero saber quién es. Es bonita ¿Por qué me duele tanto?

Pero la cabeza le da vueltas, y lo único que puede hacer es cerrar el anuario de golpe, como si esa acción pudiera detener la tormenta en su mente. ¡Demonios!

En ese momento, la puerta de su habitación se abre, y su madre entra con una bandeja llena de bocadillos. Sus pasos son ligeros, como si estuvieran tratando de ser cautelosa. Cuando ve a Austin, su rostro cambia, mostrando un destello de preocupación en sus ojos.

— ¿Te sientes bien, hijo? —pregunta ella suavemente, mirando la expresión dolorida en su rostro.

Austin se recuesta contra la silla, respirando con dificultad, aún con el dolor punzante en la cabeza. No puede ser. ¿Por qué ahora? ¿Por qué ese nombre? Celine Giuffre... Pero no tiene respuestas.

—Solo... una pequeña jaqueca, mamá —responde con tono neutral, como si no quisiera preocuparla más de lo necesario.

Su madre lo mira fijamente, pero no dice nada más. Coloca la bandeja en la mesa junto a él, tratando de mostrar una sonrisa, aunque la preocupación sigue en sus ojos.

— Deberías descansar un poco, hijo. Los recuerdos, todo esto... Es mucho para procesar de golpe —dice con suavidad, tocando su brazo con ternura. Se da cuenta de que este no es el Austin que conoció, el chico confiado y audaz que siempre estuvo listo para enfrentar cualquier reto.

Austin la mira a los ojos, notando la tristeza en su madre. ¿Cómo puede entenderlo si ella no sabe lo que está pasando en su mente? Todo lo que él siente es confusión. La niebla lo rodea cada vez más, y las piezas del rompecabezas parecen alejarse aún más.

—Voy a descansar... —murmura, deseando que el dolor desaparezca, que la niebla se disipe, pero no tiene control. Su mente es un caos, y el rostro de esa chica, Celine, no lo deja tranquilo.

Su madre le revolotea el pelo y sale de la habitación, dejando la puerta entreabierta. Austin se queda allí, mirando la caja de recuerdos, el anuario cerrado, y sintiendo una mezcla de impotencia y frustración. ¿Por qué no puedes recordar? ¿Por qué esa chica, esa Celine, lo hace sentir tan... mal?

Céline Giuffré. Ese nombre sigue resonando en su mente, y aunque trata de apartarlo, no puede. ¿Qué relación tenía con ella?

El silencio en la habitación es abrumador. La jaqueca sigue, pero hay algo más, algo que lo empuja a pensar que esa chica es importante, aunque no sepa por qué. Sin embargo, el dolor sigue, y el recuerdo no llega.

A la mañana siguiente, Austin despierta con la luz colándose entre las cortinas de su enorme habitación. Se sienta en la cama, pasa la mano por su cabello y su mirada se cruza con la caja a medio destapar que sigue en la esquina de su habitación. Suspiro. No quiere volver a abrir ese año. Aún siente el eco del dolor de cabeza del día anterior, como si su mente lo advirtiera: No lo hagas.

Aun así, se levanta, camina hasta la caja y empieza a Hurgar otra vez. Mueve un par de cosas hasta que encuentra un cuaderno más pequeño, de t***s gastadas y letras algo borrosas por el tiempo: su diario.

— ¿Qué carajos escribía yo aquí? —murmullo.

Lo abre con cuidado, esperando encontrar tonterías, y sí... al principio todo parece trivial. Días de escuela, partidos de fútbol, ​​exámenes, peleas con profesores, bromas con amigos, todo desde hace años atrás. Menciona a un tal Mauro, a un profe de matemáticas que odiaba, habla de tareas, entrenamientos, de lo mal que era su relación con sus padres. Todo parece inocente y dentro de lo normal.

Pero a medio camino, su mirada se detiene. Hay un nombre que resalta entre las líneas como si ardiera: Celine.

"Hoy Celine cumplió quince años. Se veía hermosa. Me armé de valor y le regalé una pulsera a juego de parejas que compré con lo último que tenía. Me soneí, la tomó y me dio las gracias. Ese simple 'gracias' me hizo temblar como idiota."

Sigue leyendo, casi hipnotizado:

"Ese día se peinó diferente, como con una trenza de lado, y almorzamos juntos. No sé si fue casualidad o quiso estar conmigo, pero sentí que tocaba el cielo. Es un ángel. Tiene una risa que me hace olvidar que su papá es un maldito mafioso. Sé que no debería enamorarme de ella. Mis viejos jamás aceptarían algo así porque también son mafiosos de otra facción. Pero no puedo evitarlo."

Austin cierra los ojos. Le late fuerte el pecho. Cada palabra escrita por su yo del pasado parece cargar con un sentimiento que él ya no reconoce, pero su cuerpo sí. Lo frustra. ¿Cómo es posible que esa chica fuera de todo para él y no haya sabido nada de ella tras el accidente?

—¿Dónde estabas m****a, Celine? ¿Por qué no me buscas? —susurra con rabia contenida, apretando el diario contra el pecho.

En ese momento, su madre entra al cuarto con un canasto para recoger la ropa sucia. Lo ve alterado y alza una ceja.

—¿Qué pasa, hijo?

Austin la mira, aún con el diario en las manos.

—Mamá... yo tenía un celular, ¿no? No lo veo por ningún lado.

—Seguro lo perdiste el día del accidente, mi amor. Estabas inconsciente cuando te encontraron.

Él asiente, pero no está satisfecho con esa respuesta. Mientras su madre recoge la ropa, él sigue ojeando el diario, movido por una mezcla de necesidad y ansiedad.

— ¿Tú conoces o acaso en algún momento te habló de una chica que se llama Celine? —pregunta de pronto, sin mirarla.

Ella se detiene y lo piensa unos segundos antes de negar con la cabeza.

-No. Nunca me hablaste de ninguna Celine. Pero quizás tu abuela sepa algo. Ella estaba más pendiente de ti.

Sin perder tiempo, Austin busca su teléfono nuevo y llama a su abuela. Ella toma la llamada al cuarto tono.

—¿Abuela?

—¿Austin? Que Sorpresa. ¿Como sigues?

—Estoy bien. ¿Y tú y el abuelo?

—Por ahí anda peleando solo

—Me imagino. Te llamo para preguntarte algo.

—¿Qué es?

— ¿Conociste a una chica llamada Celine Giuffre?

La voz al otro lado tarda en responder, pero luego lo hace con un tono que lo deja helado.

—Sí, claro que la conocí. Esa tal Celine... La vi hace poco en el hospital, está embarazada. La vi con su esposo, seguramente a un control. Se veía tranquila. Por su culpa tuviste ese accidente. Te robaste la moto de tu abuelo esa noche de seguro para ir a verla y ni se indignó en ir a verte si en tu escuela todos se enteraron. Ese día que la vi entendida porqué.

El corazón de Austin se aprieta. Una punzada en el pecho lo hace estremecer. ¿Casada? ¿Embarazada? No dice nada, ahora nada tiene sentido, solo respira hondo y responde con voz seca:

—Gracias, abuela. Solo quería saber... No es importante.

Pero en cuanto cuelga, el diario resbala de sus manos. Una hoja cae al suelo. Es una foto. Él está en ella, junto a la chica del año. Céline. Están tan cerca que sus labios casi se tocan. Ella sonríe como si el mundo no importa mientras lo mira.

Austin queda en shock. Esa imagen no es de amistad, es de amor. Y justo entonces... ¡bam! La jaqueca regresa, peor que antes.

—¡Aghh! —grita llevándose ambas manos a la cabeza.

Unas imágenes rápidas, como flashes, lo golpean. Él besándola, tocándola, haciéndole el amor. Adentrándose muy profundo en ella. Su voz dulce diciéndole “Te amo, Austin”, sus gemidos, sus lágrimas de placer.

—¡No... no... no! —grita más fuerte.

Su madre, que aún estaba en la habitación, suelta el canasto de ropa, con el corazón se le paraliza.

—¡Austin! ¡¿Qué pasa, hijo?!

Él se retuerce en el suelo, sudando frío, respirando con dificultad. Ella corre al teléfono y llama a emergencias, desesperada.

—¡Mamá, mi cabeza va a explotar!

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