La nueva sirvienta y el regreso de Austin

Al día siguiente, Celine se despierta temprano. No sabe si es el hecho de que la casa parece más vacía sin Marilú, o si es por la inexplicable incomodidad que siente en su estómago. Demetrio sigue siendo "amable", pero sus siempre indican que está controlando cada aspecto de su vida.

La sirvienta que él había mencionado se presentaría hoy, según sus indicaciones. Celine no está segura de qué esperar, pero lo que más le inquieta es que sabe que Demetrio le da más importancia a estos detalles de lo que realmente debería.

La mañana transcurre sin novedades, Demetrio preparó el desayuno y la cena, hasta que a media tarde, su asistente entra por fin con la nueva mujer.

Entran al despacho y firman el contrato, minutos después salen.

—Celine, esta es Marina —dice Demetrio, con una ligera sonrisa que no llega a sus ojos.

—Hola, bienvenida.

La mujer a la que se refiere es alta, 40 años, pero aparentemente de mucho menos, un rostro normal, de piel oscura, de cabellera larga y negra, pero con una figura esbelta que no puede evitar llamar la atención. El uniforme azul que le han dado parece ajustado a su cuerpo de manera deliberada. Celine se siente observada, como si fuera parte de un juego en el que no tiene cabida.

—Gracias por darme la oportunidad de trabajar aquí. Daré lo mejor de mí.

Marina la saluda con un gesto profesional, pero Celine no puede evitar notar la mirada ligeramente curiosa que se esconde detrás de su sonrisa.

Marina parece conocer su lugar y el de todos los que habitan la casa. Se muestra demasiado confiada, muy profesional.

—Si me necesitaré estaré en la cocina, para familiarizarme con todo.

Celine se siente incómoda con su presencia. Mientras la nueva sirvienta se mueve por la casa, Celine nota cómo la mirada de Demetrio sigue sus pasos con interés. ¿O será preocupación?

—Tengo hambre ¿sabes hacer de todo? —pregunta Celine sentándose en el comedor, intentando sonar lo más natural posible, pero la rabia sube por su garganta al notar cómo Marina sonríe cada vez que Demetrio la observa.

—Sí, señora—responde Marina, con su voz suave y melodiosa—. No soy de las que necesitan que le repitan rodo. Usted me dice lo que quiere y lo recordaré siempre. Sé cómo mantener todo en orden sin que nadie me lo pida y se cocinar de todo y si no lo sé, buscaré como se prepara y lo haré para usted con mucho amor y sabor.

Demetrio le lanza una mirada aprobatoria, mientras Celine, que está sentada cerca, se siente cada vez más fuera de lugar.

Esa tarde, cuando Celine regresa de una de sus citas médicas, siente una extraña quietud en el aire. La casa parece más vacía que de costumbre, pero el sonido de Marina moviéndose por la cocina, seguido por las risas de Demetrio y sus bromas, le hace sentirse aún más ajena. Como si no tuviera derecho a estar ahí.

El problema no eran las sirvientas, el problema era él.

Esa noche, después de la cena, Demetrio invita a Celine a dar un paseo por el jardín para hacer digestión.

—La noche es preciosa.

—Me agrada que te sientas a gusto.

—Si esta sirvienta no llena las espectativas de aquí a que yo de a luz puedo aprender y encargarme del hogar.

—Marina se encargará de las cosas siempre y cuando no rompa las reglas. Tú encárgate de criar bien a nuestro hijo —le dice Demetrio con voz firme—. Tú, Celine, necesitas descansar. El bebé debe estar cómodo y vigilado siempre.

Pero Celine no se siente cómoda. Sabe que algo está pasando. Algo que no está bien. No le gusta cómo Marina se ha instalado de manera tan rápida, como si el lugar le perteneciera. Sabe que Demetrio la ha aceptado, pero también le molesta que no haya considerado lo que ella encuentra bien o sus pensamientos.

¿Por qué parece que Demetrio está más atento a Marina que a ella? La pregunta la inquieta, y no puede dejar de preguntarse si sus sospechas sobre Marilú, sus sospechas de lo que Demetrio realmente quiere, eran correctas. A menos que estuviera volviendo loca por el embarazo.

Han pasado ya seis meses desde que Austin despertó en esa cama de hospital sin recordar absolutamente nada. Ni siquiera a sí mismo. La terapia ha sido dura, pero a pesar de todo, su inteligencia sigue intacta. Es como si su mente, aunque vacía de recuerdos personales, todavía podría resolver problemas con la misma rapidez de siempre. Eso, al menos, le da algo de consuelo.

Austin está sentado frente a la psicóloga, una mujer seria pero amable que lo ha estado guiando a través de sus recuerdos perdidos. El consultorio tiene una atmósfera tranquila, pero la tensión en su pecho no desaparece. Hoy es diferente; Algo ha cambiado, aunque no sabe qué exactamente.

—Austin, hoy vamos a hablar sobre lo que te gustaría hacer con tu futuro —dice la psicóloga, observándolo desde su silla con una mirada penetrante.

Él asiente, pensativo. No sabe exactamente qué quiere para sí mismo. ¿Cómo puede decidir quién quiere ser si no recuerda nada? Pero, aún con todo eso, siente que necesita algo, algo más allá de las sombras que lo rodean. Necesita un propósito.

—Me gustaría seguir estudiando... —dice, mirando hacia la ventana. El sol entra con fuerza por las rendijas, iluminando su rostro, pero no logra encontrar la claridad que necesita en su mente.

La psicóloga lo mira con interés.

—Eso es un buen comienzo. Tus notas y tu capacidad intelectual siguen siendo impresionantes, Austin. Tienes una mente brillante, y eso es algo que no se pierde. Si quieres, puedes continuar con tus estudios. Aunque los recuerdos no estén allí, tu capacidad para aprender y pensar de manera crítica sigue intacta.

Austin piensa en eso por un momento, moviendo la cabeza en señal de aceptación. Sí, eso podría funcionar. Estudiar algo, aunque no esté seguro de qué, podría ser un buen escape, una manera de sentir que tiene control sobre algo en su vida.

—Voy a hacerlo —responde finalmente, más convencido de lo que pensaba. Es lo único que le da un poco de esperanza en este mar de confusión.

Cuando llega a casa, sus padres lo esperan en el comedor, una habitación lujosa, pero con una atmósfera fría, opresiva. Ya no es el joven que conocieron hace seis meses. La pérdida de recuerdos lo ha cambiado, pero en su interior, sigue siendo el mismo Austin de antes: un chico inteligente, un hijo de la mafia.

— ¿Cómo te fue en la terapia, hijo? —pregunta su madre con una voz suave, pero sus ojos no ocultan la preocupación.

Austin se sienta con ellos. Sus padres no son como los demás, no lo entienden completamente. Para ellos, Austin siempre fue una pieza en el juego familiar, alguien con quien podía contar para continuar con el legado que ellos habían construido. La mafia, el control de los puertos, las conexiones oscuras... todo eso estaba en sus manos. Y ellos esperaban que Austin estuviera listo para tomar el control cuando llegara el momento.

—Está bien. La psicóloga dice que estoy bien. Mi mente sigue funcionando, aunque no recuerdes nada de los últimos quince años. —Austin se detiene un momento, como si las palabras le costaran salir—. Ella dijo que puedo seguir estudiando, si quiero.

Su madre asiente, pero su rostro sigue sin mostrar mucha emoción.

—Estudiar... —repite su padre con una sonrisa burlona—. ¿De qué te sirve estudiar, Austin? Tú naciste para hacer negocios, para liderar este imperio. No vas a ir a la universidad y perder el tiempo con libros y alumnos. Tienes que estar preparado para lo que viene. Te pondré un tutor privado que venga a la casa.

Austin siente una punzada en el pecho. No le sorprende. Su familia nunca ha sido de muchas palabras cariñosas, ni de apoyo emocional. Son personas prácticas, frías, y siempre han visto la vida como un camino directo hacia el poder.

—No estoy diciendo que no estudie —responde Austin, levantando la voz por primera vez—. Pero también quiero saber quién soy, qué quiero. No todo se trata de controlar los puertos o... —mira a su padre, que lo observa fijamente—. Sé lo que esperan de mí, pero yo también quiero algo más y encerrado aquí no obtendré nada más que frustración.

Su padre lo mira por un largo momento antes de soltar un largo suspiro.

—Tienes que ser como nosotros, hijo. No hay espacio para debilidades. No puedes quedarte atrás. Esta familia necesita un líder, y ese líder eres tú. No importa si estudias o no, pero tienes que ponerte serio. Tienes que tomar el control. Esta es nuestra vida, no la de los demás.

Austin se siente atrapado. El peso de las expectativas de sus padres lo aplasta, pero al mismo tiempo, algo en su interior se rebela. ¿Quién soy yo, si ni siquiera recuerdo quién era antes? ¿Soy el hijo que mi padre quiere que sea? ¿O puedo ser algo más?

Al día siguiente sus padres hacen el papeleo, y una semana después entra a una universidad cercana, cuando asiste a la universidad, siente una mezcla de emociones. El campus es grande y lleno de caras nuevas. Las aulas están llenas de estudiantes, pero Austin no puede evitar sentirse como un extraño.

Aunque su inteligencia es innegable, hay algo que le falta: la confianza. No sabe si pertenece a este mundo, si encaja aquí. Pero sigue adelante, porque no tiene otra opción.

Camina por los pasillos, rodeado de jóvenes que no tienen idea de quién es. Para ellos, Austin es solo un estudiante más, alguien que busca su camino en la vida, una profesión, lig. Pero para él, este es un lugar donde quizás puedas encontrar algo de sí mismo. Algo que no tiene que ver con su familia, con los puertos, ni con la mafia.

Pasan las semanas, y Austin se adapta a la rutina universitaria. Sigue los consejos de su psicóloga, asiste a las clases, y poco a poco se da cuenta de que, en ese entorno, es capaz de empezar a reconstruir lo que ha perdido. Pero, a medida que avanza, también siente la presión creciente de su familia. El teléfono de su padre nunca deja de sonar, y las reuniones de negocios a la que su padre lo obliga a ir, se vuelven cada vez más frecuentes. Austin sabe que, tarde o temprano, su familia lo llamará para que tome su lugar. Aunque al inicio lo mantenía. alejado.

Pero por ahora, tiene tiempo. Tiempo para estudiar. Tiempo para descubrir quién es realmente.

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