MATTHEW GRAYSON
Tiré de mi corbata que estaba desanudada y con cuidado envolví su brazo, a la altura de su herida que poco a poco había dejado de sangrar. Temía que esta se infectara o se abriera más mientras el médico llegaba.
Con una gentileza y delicadeza que desconocía, le hice un pequeño nudo, lo suficientemente firme para que la tela no resbalara de su herida, pero no tanto que la pudiera lastimar más. Solo tenía que ver a Julia para sentir que mis manos podían ser las más minuciosas y dulces si se trataba de ella y de su piel.
Una tenue voz me susurraba al oído que cada gesto piadoso, cada acto de amor, cada sacrificio que pudiera hacer, tenía que estar dedicado a ella, que era la única mujer en el mundo que podría merecérselo, no sabía por qué, pero en el fondo estaba convencido de que así tenía que ser.