JULIA RODRÍGUEZ
Matthew retrocedió con los puños apretados, pero los hombros caídos. Su mirada estaba cargada de escepticismo y decepción, se paseaba desde mis tobillos hasta mi rostro, desconociéndome.
—¿Es en serio? —preguntó indignado—. ¡¿Por eso tienes tanta prisa por divorciarte?! ¡¿Te urge mucho estar con él?!
—Matthew… por favor, no es el momento —pedí mientras sentía los lentes de todos esos celulares encima de nosotros.
—¡Dilo! ¡Admite que él es el motivo por el que quieres divorciarte! ¡Deja de jugar con mi tiempo! —gritó furioso, sus ojos llameaban y sus puños temblaban.
Apreté los labios y agarré aire suficiente. No aparté mi mirada de él en ningún momento.
—Sí, él es el motivo por el cual quiero separarme de ti —solté, disolviendo el gesto en el rostro de Matthew, su cara ahora parecía una hoja en blanco—. ¿Lo querías oír? Bien, ahí lo tienes. La verdad. En cuanto antes me dejes libre, más pronto podré estar con él.
Por un fragmento de segundo parecía que mis palabras