LILIANA CASTILLO
—¿Qué te da miedo? Aquí no corres ningún peligro —agregó Rafael con firmeza, inclinándose hacia mí como si en verdad eso le preocupara.
—Tengo miedo de enamorarme de Javier —en cuanto lo dije, Rafael comenzó a reír tan fuerte que casi termina de nuevo en un ataque de tos.
—Pequeña, no deberías de tener miedo por algo así. Es bueno que te estés enamorando de él, necesita mucho amor —sus ojos se llenaron de nostalgia.
«Sí, necesita el amor que ni su madre ni su padre le ofrecieron cuando era niño», pensé con rencor.
—Enamorarse de alguien es muy peligroso —contesté con un suspiro ensayado—. ¿Qué hago si después de casarnos me traiciona?
El rostro de Rafael palideció apenas cuando lo vi tragar saliva.
—¿A qué te refieres? —preguntó entornando los ojos.
—Ya sabe, que me sea infiel con otra mujer. No podría con algo así, moriría de dolor cada vez que llegara a casa oliendo a otra —aunque mi voz sonaba apesadumbrada, mi mirada se mantenía fija en él, acusatoria y hosti