JULIA RODRÍGUEZ
—¡Papi! ¡¿Te quedarás toda la noche?! ¡¿Podemos desvelarnos los tres juntos?! —exclamó Mateo con emoción, brincando en la cama y sosteniendo la mano de Matthew. Ambos voltearon hacia mí, como esperando mi aprobación.
—Bien, entonces si así lo quieren, que él te bañe, te ponga la pijama y te arrope —contesté encogiéndome de hombros. Si quería recuperar su paternidad, podía iniciar así.
—¡Sí! —gritó Mateo eufórico. Saltando de la cama y corriendo al baño.
—No se va a desvelar, es un osito dormilón, en cuanto apoye su cabeza en la almohada caerá dormido. Si no es así, un cuento puede ayudar —dije con calma mientras la ropa de Mateo salía volando a través de la puerta y yo la iba cachando con habilidad, sin que tocara el piso—. Cuando acabes con él, entonces te espero en la cocina. ¿Querías tus diez minutos? Te los daré, si no estás muy cansado para hablar.
—Si no soy yo quien termina agotado y dormido, entiendo —agregó con media sonrisa y las manos en su cintura. Sus