El avión privado descendía suavemente sobre el aeropuerto de la ciudad extranjera. La bruma matinal apenas permitía distinguir los edificios históricos que se alzaban entre calles adoquinadas. Isabella, sentada junto a Sebastián, miraba por la ventanilla con una mezcla de curiosidad y anticipación. Al lado, Sienna sostenía la mano de Elías, quien, emocionado, no podía dejar de mirar a través del cristal la nueva ciudad que conocería por primera vez.
—No puedo creer que finalmente lleguemos —susurró Sienna, con una mezcla de nervios y emoción—. Después de tanto tiempo… es increíble.
—Sí, mamá —respondió Isabella, apretando su mano—. Pero recuerda, esto también significa enfrentarte a tus recuerdos y a tu pasado.
Sebastián tomó la mano de Isabella, apretándola con suavidad.
—No estás sola. Todos estamos juntos en esto.
Al bajar del avión, fueron recibidos por miembros de la familia Montero y su equipo de seguridad, quienes los escoltaron hacia una mansión majestuosa, con jardines e