La hipocresía del CEO.

La celebración de la boda terminó a mediados de la medianoche y los invitados se marchaban a casa, al igual que la prensa.

Anya solo se mantuvo al lado del CEO mientras él despedía a los invitados conforme iban saliendo.

Fue un arduo trabajo que duró dos horas y los tacones de la chica comenzaban a doler en sus pies.

Cuando el último invitado se marchó, Anya dejó escapar un suspiro silencioso, no solía quejarse de sus pesares, pero nunca pensó que una boda sería tan intensa.

Ahora era su momento de ir a casa.

En el transcurso, Edward se mantuvo en silencio analizando sus planes, ya había dado el primer paso que era la boda, lo próximo era embarazar a Anya, darle una pequeña indemnización para que le entregara a su hijo sin luchar y por último; el divorcio.

Aunque le preocupaba que Stella saliera lastimada con todo esto, ella no pudo resistir ni siquiera en la boda, no estaba seguro de que pudiera resistir el tiempo completo del embarazo y él jamás podría tener un hijo bastardo.

Anya lo notaba pensativo, pero no le dio mucha importancia, supuso que un CEO como él tendría muchas cosas en mente.

Al llegar a la mansión, los lujos del lugar deslumbraron a Anya “Podría acostumbrarme a esta vida” pensó.

Edward, sin embargo, solo podía pensar en sus planes; tenía la velada perfecta planeada, a las mujeres les encantaba el romanticismo y él sabía bien cómo conseguir que esa noche, Anya quedara embarazada. Solo tendría que tocarla una vez y sería suficiente.

Pero la sombra de un cabello lacio pelirrojo lo dejó desconcertado. Subiendo las escaleras del salón, en el segundo piso de la mansión, estaban las habitaciones y él había visto a Stella entrar a una de ellas.

—Me disculpo, Anya. Hay algo que debo hacer, ¿Puedes prepararte para dormir mientras termino?

Anya se sonrojó al escucharlo, pero asintió sin poner objeción. Su boda había sido como un cuento de hadas, pero al final, estaba allí para cumplir con su rol; dar un heredero a la familia Vanderbilt.

Edward se apresuró a subir las escaleras, al igual que Anya, solo que ambos tomaron caminos diferentes.

Anya entró a la habitación principal y lo que llamó su atención no fueron los lujos o la cantidad de oro en aquel lugar, sino el camino de velas que creaba un pasillo para los pétalos de rosa esparcidos desde la puerta hasta la cama, y sobretodo, el neglillé blanco que reposaba sobre las sábanas rojas del lecho marital.

Resignada, tomó una ducha rápida y se colocó el neglillé sin siquiera llevar ropa interior. Se miró al espejo y se repitió mil veces que podía hacerlo, pero su corazón no la escuchaba y amenazaba con escapar de su pecho.

Así que pensó en todo lo que había pasado desde que conoció a Edward, él parecía ser un buen hombre, estaba segura de que él entendería que no se sentía lista para llegar a hacer el amor con él; le pediría tiempo, convencida de que él accedería.

Mientras tanto, Edward abrió la puerta en la que vio entrar a Stella y tan pronto lo hizo una botella de vino se estrelló contra la puerta.

—¿¡Cómo pudiste besarla!? —Exclamó Stella furiosa. Edward soltó un suspiro y entró a la habitación.

—¡Se supone que me beses a mí!... No a ella. —Sollozó la pelirroja.

Edward se acercó a ella con paso veloz y tomó sus manos en un intento por detener que lanzara la botella de vino blanco que tenía en manos, aunque ella fue más rápida y la arrojó contra el piso.

El ruido creó un eco que fue escuchado incluso por Anya al otro lado del pasillo.

Sobresaltada, salió de la habitación y caminó hacia la puerta. Al escuchar más ruidos decidió echar un vistazo.

—Señor Vanderbilt. —Lo llamó mientras caminaba con cautela—. ¿Ocurre algo? —Dijo desde la puerta, pero Edward no la escuchó, Stella hacía demasiado ruido tratando de liberarse de él.

—Ya conoces el plan ¿Por qué estás haciendo esto? —Preguntó en un tono serio que Anya pudo escuchar con claridad.

—Pensé que no me importaría... —Sollozó Stella girándose hacia él con ojos llorosos—. Tú siempre has tenido otras mujeres, pero nunca fuiste amable con ninguna de ellas ¿Por qué esta es diferente?

—Estás viendo fantasmas donde no los hay, esta mujer no me interesa en lo más mínimo, si soy amable es porque debo asegurar mi inversión o ella podría arrepentirse. —Aclaró.

—¿Y qué si lo hace? —Inquirió enojada.

—¿Bromeas, cierto?

—Ya lo pensé mejor... —Comentó desesperada—. Podemos casarnos y alquilar un vientre. Esa mujer no es necesaria.

—Tus óvulos no son aptos...

—¡Ya lo sé! —Gritó interrumpiéndolo—. Pero, la mujer que lleve al bebé no tiene porqué saberlo. Usaremos sus óvulos y ella nunca lo sabrá.

—Deberías volver a casa, has tomado demasiado y no estás pensando con claridad.

—¡No estoy ebria! —Gritó nuevamente—. Si realmente me amaras entenderías... Porque tú me amas ¿Verdad?

—¿Todavía no estás convencida? —Dijo con voz amable sosteniendo su rostro.

Y esta vez ella fue quien lo besó. Él correspondió y como siempre, el beso terminó por envolver a ambos en una pasión desenfrenada. Anya escuchó cada palabra, pero no convencida del todo decidió abrir la puerta y al ver la escena emitió un pequeño sonido de sorpresa que alertó a los amantes.

Edward se giró, y al verla su expresión cambió.

—Anya, ¿Por qué no tocaste la puerta? —Demandó saber, pero Anya no respondió—. Te aseguro que esto tiene una explicación.

—Sí, la escuché y la vi perfectamente. —Dijo girándose, pero Edward fue más rápido y sostuvo su mano impidiendo que escapara

—¿A dónde vas? —Preguntó amable—. Déjame explicarte.

—¡Ya oí demasiado! —Espetó—. Volveré a casa.

—No es lo que crees...

—¡Es exactamente lo que cree! —Gritó Stella—. Ya lo sabe ¿Por qué insistes en convencerla?

—Guarda silencio. —Ordenó Edward.

—Pero Edward. —Susurró incrédula, pero al ver la mirada enojada de Edward quedó perpleja.

—Será mejor que te vayas ahora. —Dijo enojado. Stella obedeció decepcionada y enojada bajó las escaleras al borde de las lágrimas.

Desde el pasillo, Anya la observó caminar en el salón principal y por primera vez notó su vestido. Era de un tono pastel que se asemejaba mucho al blanco.

Si una mujer va vestida de blanco a una boda es señal de desacuerdo, además de que es mal visto, es algo indeseable. Debió suponer que algo pasaba cuando la vio y cuando la trató tan mal en la fiesta.

Stella salió de la casa azotando la puerta y Anya enojada, arrebató su mano de las de Edward y se apresuró a caminar a la habitación.

Edward la siguió frustrado de que sus planes se vieran arruinados.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP