Corazón roto.
Tan pronto como Edward salió de la casa de los Castelli, sus guardaespaldas lo siguieron apresurados tratando de seguirle el paso. Entró a su vehículo sintiéndose un fracasado, sentimiento al que el poderoso CEO no estaba acostumbrado. Los guardias le siguieron en otros dos vehículos detrás.
La decepción le quemaba la garganta, sentía que ya no era quién para imponer órdenes, pero no podía dejarse caer, necesitaba enmendar sus errores. Estaba determinado a hacer lo correcto y recuperar a su familia, pero al abrir la puerta de su casa y ver la escena recordaba que no debía albergar esperanzas, esto era lo que se merecía:
Tan pronto como él entró Anya se echó hacia atrás dejándose en el centro de la sala, con los trillizos amarrados a su pecho en un fular, mientras sus manos temblaban sosteniendo un cilindro de hierro con fuerza.
—No te acerques. —Ordenó tajante dejando ver su odio en tanto Edward se acercó.
El CEO alzó ambas manos en señal de calma.
—Anya, por favor. —Dijo Edward se