El lugar de encuentro lo envió Enzo a mi celular.
Era una cafetería tranquila y apacible.
Entré con Mateo.
Al girarse, Enzo mostró una emoción contenida al ver a Mateo.
Su mirada recorrió mi vientre antes de esbozar una sonrisa cálida: —Delia, ¿no te dije que vinieras sola?
No sabía por qué, pero sentí que algo había cambiado. Sin embargo, mi confianza en él me hizo no pensar demasiado en ello y le sonreí: —Enzo, Mateo se preocupa por mí cuando salgo sola…
Mateo me abrazó y dirigió una mirada helada a Enzo, interrumpiendo la conversación: —Me parece que te has hecho daño en el nervio basal.
…
Me quedé atónita al comprender lo que implicaba.
El nervio basal controlaba la fluidez del habla, y Mateo insinuaba que Enzo no era muy agradable al hablar.
Enzo no pareció ofenderse. Miró a Mateo: —Señor Vargas, ¿podría tener un momento a solas con Delia?
Al oír eso, temí que Mateo se pusiera celoso, así que tiré suavemente de su camisa.
Mateo frunció el ceño, reprimiendo su enojo: —Tranquila, no