Hannah Moreno siempre ha sido una chica que ha vivido en el anonimato, por lo que decide aceptar un trabajo por encargo como escritora fantasma. Sin embargo, el amor sabe de su existencia, y no tarda en tenderle una trampa que hará que el hombre del que está enamorada, acabe rompiéndole el corazón. Destrozada, decide mudarse a un dúplex de la ciudad para empezar de cero y ponerse de lleno en su trabajo, hasta que el destino decide gastarse una broma de mal gusto, y Andrés Aguilar regresa de nuevo a su vida, haciendo que todos aquellos planes que la joven escritora estaba decidida a llevar a cabo, se vayan al traste, pues parece que el joven fotógrafo tiene los mismos planes, y acaba mudándose a una de sus propiedades, la misma donde Hannah se ha instalado. Ambos deberán resolver sus diferencias tras su separación, e investigar un pequeño misterio que parece haber perseguido a uno de los dos protagonistas hasta aquél nuevo destino.
Leer más<<—Entonces, ¿te dedicas a escribir sobre la vida de los demás? —Me preguntó, mientras cogía el sobrecito de azúcar y lo balanceaba con cuidado antes de rasgar la parte superior, clavando sus increíbles ojos negros en los míos.
—Bueno, lo cierto es que hago algo más que escribir. —Contesté con dificultad, notando cómo mis mejillas se ruborizaban, mientras bajaba la mirada hacia la mesa, incapaz de sostener la mirada—. Intento humanizar a la persona en cuestión a través de mis palabras.... —Volví a alzar la mirada para comprobar si había entendido qué era lo que había querido decir con ello, cuando vi que la confusión se reflejaba en su rostro, haciendo que arrugara la frente.
—¿Humanizar? —Repitió, parpadeando con rapidez, intentando comprender mi razonamiento—. Entonces, ¿crees que soy una de ésas personas insensibles que no tienen corazón? —Noté cómo una creciente acidez nacía en la boca de mi estómago al ver la decepción y enfado reflejados en las pupilas de aquél chico que se encontraba sentado enfrente de mí, y, supe que, de no escoger bien las palabras para poder explicarle qué era lo que realmente quería decir con aquello, la conversación podría terminar en una fatídica discusión en la que, sin duda, perdería el empleo.
—Creo que si has decidido contratarme para que escriba acerca de tu vida, es porque quieres decir algo al resto de la humanidad. —Contesté finalmente, tras titubear unos segundos—. Eres un empresario rico y triunfador, aunque por alguna razón, una parte de ti necesita ése reconocimiento a nivel mundial. —La camarera dejó el plato con el cruasán que le había pedido sobre la mesa, entre medio de ambos, ofreciéndonos una tímida sonrisa de disculpa por la interrupción—. Lo que no sé —proseguí en cuanto volvimos a estar a solas, mientras alargaba el brazo por encima de mi taza para coger el tierno bollo—, es porqué un hombre tan hecho y derecho cómo tú, necesita algo tan... Infantil. —Corté uno de los cuernos con los dedos, y me lo llevé a la boca, sintiendo cómo la fina masa parecía adherirse a mi paladar—. Almenos, la primera impresión que me has dado, es que parecías ser un tipo maduro. —Cogí con cuidado la taza de café, y di un breve sorbo, apretando ligeramente los labios al quemarme la lengua.
—Es curioso —comentó entonces mi acompañante, esbozando una tímida sonrisa—, porque yo sigo manteniéndome firme hacia mi primera impresión hacia ti. —Sin saber muy bien porqué, aquellas palabras lograron hacer que un cosquilleo naciera en mi bajo vientre, y la curiosidad por saber qué era lo primero que le había pasado por la cabeza nada más verme, hizo que me atreviera a arriesgarme por saberlo.
—¿Y qué impresión te he causado? —Volví a dar un buen mordisco al cruasán, para luego ayudar a tragarlo con un poco de café.
—Que estaría bien que posaras para mí con ropa prácticamente inexistente. —Contestó, con un extraño brillo en los ojos, mientras sus labios dibujaban una traviesa sonrisa, haciendo que yo me atragantara con el café—. Sobra decir que ésas fotografías serían exclusivamente para mi colección privada. —Me acabé de limpiar la boca con la servilleta, y cogí aire para soltarlo lentamente, sin apartar la mirada de la suya, todavía perpleja—. Créeme que ambos lo pasaríamos muy bien. —Me aseguró, guiñándome un ojo, ayudando así a que mis mejillas acabaran de ruborizarse por completo.>>
—Parece un chico muy majo. —Fruncí ligeramente el ceño, mientras zarandeaba con suavidad el sobrecito de azúcar, antes de rasgarlo. Melina me dedicó una tímida sonrisa, tras hacer un breve gesto a su compañero, informándole así de que se iba a tomar un breve descanso—. No solo te ofrece un contrato de trabajo, si no que además un hombro dónde apoyarte: ¿sabes lo que eso significa? —No hacía falta ser muy lista para saber, incluso hasta un ciego podría verlo; sin embargo, yo no quería profundizar en el tema, y mucho menos en aquella cafetería.—Tan sólo intenta ser amable. —Repliqué, encogiéndome de hombros para quitarle importancia, evitando su mirada—. Algonormalen alguien que quiere lograr su propósito. —Vacié el cont
Apreté sobre el icono cuyo dibujo era una pequeña televisión, y automáticamente, el comedor de mi casa apareció en la pantalla del teléfono, haciendo que abreira los ojos como platos, fascinada.A continuación, pulsé la flecha que se encontraba en la esquina inferior izquierda, y seleccioné sobre el icono en forma de tenedor: la cocina no tardó en aparecer esta vez enfrente de mis ojos.—Entonces, puedo vigilar mi casa desde cualquier lugar en el que me encuentre, y cuando quiera, ¿verdad? —Pregunté, sin dejar de toquetear los iconos.—Exacto. —Me dijo el técnico, echando un breve vistazo a mi teléfono móvil, con expresión divertida, para luego concentrarse de nuevo en las hojas grapadas que tenía en sus manos, supuse que para comprobar que todos los datos estuviesen correctos—. El sistema de vigilancia va conectado a su teléfono móvil en todo momento, y si alguien se atreviera a entrar de nuevo, la avisaría de inmediato, al mismo tiempo que enviaría una llamada de
—¿Estás segura de que no nos olvidamos nada? —Preguntó Andrés, echando un último vistazo a nuestro alrededor, comprobando que realmente así fuera.—Las ganas de volver. —Comenté en un murmullo, haciendo que volviera entonces la cabeza hacia mí, sorprendido—. ¿De verdad tenemos que regresar? ¿Tan pronto? —Una ligera sonrisa burlona se dibujó en su rostro al escuchar el tono infantil con el que yo había formulado aquellas preguntas, y por un momento, no pude evitar sentir cierta vergüenza por mi comportamiento.—¿De veras no te apetece volver a tu querida ciudad natal? —Inquirió, acercándose a mí para rodear mi cintura con sus fuerte brazos, atrayendo mi cuerpo hacia el suyo—. Creía que no podías estar tanto tiempo fuera de ella... —Ensanchó su sonrisa, al tiempo que yo fruncía el ceño.—Eso era antes de conocerte. —Repliqué, encogiéndome de hombros. Andrés alzó las cejas, sorprendido—. Yo antes tenía una vida tranquila, podía ir a cual
Regresar a casa, era volver al lugar que un individuo había invadido, destruyendo lo poco que había llegado a lograr en la vida: mi corazón se había reducido a cenizas después de que la ira que había sentido tras ver como las fotografías y regalos que me habían hecho yacían en mil pedazos esparcios por el suelo, abrasara mi pecho.Era por eso que había decididohuirde mi hogar, encontrar consuelo en alguien que quisiera escucharme.Y Melina era la que había tenido que hacerlo.Relatarle de mis propios labios una historia que no era para nada ficticia, había despertado en mí el temor de que el peligro que ya me había acechado en el pasado, hubiera decidido regresar de nuevo: un peligro a cuyo agresor no le
Eché un vistazo a mi alrededor, sintiendo como mi corazón parecía encogerse cada vez más dentro de mi pecho: todos los recuerdos que formaban parte de mi vida, aquellos objetos que habían decorado la estantería que había colgada encima de la televisión y en la vitrina que se encontraba al lado de esta, los cuales habían sido una muestra de las experiencias que me habían enseñado a ser quién era, habían sido cruelmente destrozados, cuyos trozos se encontraban esparcidos por toda la pequeña sala de estar.Quién quiera que hubiese entrado en mi nuevo hogar, lo había hecho con un solo propósito: advertirme de alguna forma de que acabaría también conmigo.—Parece ser que no se han llevado nada. —Comentó entonces la detective de policía, Wanda García, siguiendo mi mirada—. A juzgar por el destrozo que han hecho, es evidente de que se trata de algopersonal. —Volví la cabeza bruscamente hacia ella, haciendo que me crujiera el cuello al hacerlo—. ¿Ha tenido recient
—¿Estás segura de que no quieres que pase a recogerte?—Me preguntó Andrés, con un deje de preocupación en su tono de voz, haciendo que una tierna sonrisa se dibujara en mis labios—. Acabo de salir de la reunión, podría estar ahí en cinco minutos...—No te preocupes, amor.—Lo tranquilicé, mientras miraba de un lado para otro antes de cruzar la calle—. Estoy bien. Además—agregué,antes de que pudiera replicar—, ya estoy yendo para casa.—Pude intuir ciertaconfusiónal otro lado de la línea.—¿Cómo?—Balbuceó finalmente, con
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