—Si es una niña, tú...
—Jeje.
Mateo soltó una sonrisa ligera.
Sin embargo, su mirada no reflejaba alegría: —Me doy cuenta de que te has vuelto exigente por mis atenciones.
Su tono relajado me indicó que no estaba enojado.
Me acurruqué bajo su barbilla y le conté lo que había hablado con Enzo.
Mateo intentó mantener la sonrisa: —¿Qué pretendes? ¿Que deje que mi novia se vea con alguien que tiene malas intenciones?
—¿Por favor? —usé mi carta de triunfo, apelando a su ternura—. ¿Deberías protegerme a mí y al bebé, no?
Mateo bufó y me volvió a meter en el auto.
—Espera un momento.
Me apresuré a decir: —Necesito decirle a la abuela primero.
Cuando se entere de mi embarazo, estaría encantada.
Mateo me sacó del auto de nuevo y subió las escaleras rápidamente.
Sentí que su rapidez era una señal de que no quería que fuera a ver a Enzo.
Pero lo que Enzo mencionó por el celular estaba relacionado con la salud de la abuela y no podía ignorarlo.
Lo más importante en este momento es la salud de la a