David
Las razas bestiales tenían un fuerte poder de combate, por eso, mi padre, para fortalecer y expandir la familia, envió a mí y mi hermanastra para casar con ellos.
En mi vida anterior, mi hermanastra se casó de manera ostentosa con el clan del dragón, rico como un reino, mientras que yo fui obligada a casarme con el clan del León empobrecido.
Pero el líder del clan del dragón, Mateo Fernández, era frío e indiferente, concentrada en ganar dinero, y dejó a mi hermanastra Yolanda Díaz sola, sola en la habitación vacía.
Incapaz de soportar la soledad, mi hermanastra terminó enredándose con el libertino líder del clan del zorro. Al ser descubiertos, el clan del dragón se divorció sin dudarlo.
La naturaleza promiscua de Yolanda deshonró a la familia, y ante la presión familiar, por mucho que su padre la favoreciera, tuvo que echársela.
Por el contrario, Leo Román, el líder del clan del León y el rey de la selva, era leal y apasionado.
Después de casarnos, la vida era llena de amor, y en menos de un año di a luz a un cachorro de león dorado con el poder de la bestia divina.
Gracias a este cachorro divino, Leo ascendió al líder supremo de la raza bestial, y yo también me convertí en la femenina más honorable de ellos.
De celosa, mi hermanastra se infiltró en el banquete de primer cumpleaños de mi hijo, estranguló a mi cachorro dorado y después incendió el lugar, para quemándome.
Al abrir los ojos otra vez, habíamos regresado al día para el casamiento.
Esta vez, mi hermanastra pidió voluntariamente casarse con el clan del León, cediéndome la oportunidad de casarme con el clan del dragón.
Acepté todo obedientemente, llevando un regalo diez veces menor que mi hermanastra, casé con el líder del clan del dragón.
Más tarde, cuando ella terminó entregando todo su dinero al clan León y aun así no podía embarazarse, viéndose obligada a aparear con otras bestias, se arrepintió.
Y yo, de renacer, solo quería tener un hijo y vivir en paz dentro de la tribu del dragón.
Pero ¿por qué, si se suponía que mi esposo dragón era frío e indiferente, después de probar mi cuerpo, se volvió adicto cada noche? Su obsesión no tenía fin.
Nadie me advirtió que los dragones escondían secretos tan… salvajes, ni que su cuerpo tenía más de lo que yo jamás imaginé.