Cuentos cortos & novelas

Explore una colección diversa de historias cortas cautivadoras que abarcan múltiples géneros. Perfecto para lectores que buscan un escape literario rápido y narrativas atractivas.
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La Vergüenza de los Hermanos Alfa - Todos novela & todos
Ava
Mis hermanos trillizos alfa me encerraron en el sótano después de que mi hermanastra Elena me echara la culpa de haber matado a su loba por haberle dado un pastel de almendras. Habían cerrado la salida con cadenas de plata, y mi loba no paraba de aullar y de rogarles que me dejaran salir. Pero mis hermanos no quisieron escuchar. Diego, mi hermano mayor, me gruñó con rabia: —¡Maldita! Sabías muy bien que era alérgica a las nueces y, aun así, le diste ese pastel. ¿Sabes lo que pudo haberle pasado a su loba? ¡Te quedas aquí hasta que aprendas la lección! Sergio, mi segundo hermano, y Carlos, mi hermano menor, me atacaron, diciendo: —¡Eres horrible! Todavía te haces la víctima en vez de aceptar lo que hiciste. ¡Quédate ahí adentro, te lo mereces! Luego se convirtieron en lobos y se llevaron a Elena, que estaba temblando como una hoja, directo al hospital de la manada. Me quedé allí, respirando con dificultad mientras el aire cargado de partículas de plata llenaba mis pulmones. Mi loba lloraba en silencio, y yo sabía que no había escapatoria. Al final, me morí ahí mismo. Tres días pasaron antes de que recordaran mi existencia. Fue hasta que Elena regresó del hospital que vinieron por mí. Pero ya era demasiado tarde… Ya había muerto en aquel sótano de plata.
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Lo que no sabes - Todos novela & todos
Aitana López
Saúl Morales y Patricia Romero habían sido una bonita pareja por muchos años. Pero en un giro trágico del destino, Saúl perdió su vista y Patricia desapareció. Dos años después, los dos volvieron a encontrarse, y Saúl finalmente se enteró de la verdadera razón de la desaparición de Patricia.
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Mi novio rico elegió salvar a mi hermana adoptada - Todos novela & todos
Paula Quesada
Mi hermana adoptada, Jazmín, causó la péridida de un millón y medio a un cliente por especular en bolsa ilegalmente. El cliente, frustrado, vino a buscarla con arma en mano. Jazmín y yo fuimos acosadas por este. Mi novio, un magnate en el mundo empresarial, vino corriendo para salvarnos, cuando le tendimos nuestras manos suplicando ayuda al mismo tiempo, él apartó la mía con un golpe furioso y dijo con desprecio: —¡Rosa, deja de hacerte la enferma, que a lo mejor te cae una buena por fingir tanto! Jazmín tiene cardiopatía congénita, ¡tengo que llevarla al hospital de inmediato! ¿Hacerme la enferma? ¡Yo era la que tenía cardiopatía congénita! Mientras se celebraba mi funeral, mi novio se cegó en mi velatorio. Más tarde, el famoso “ojo de halcón” del mundo financiero vivió su vida en la oscuridad del remordimiento.
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Esta Familia Ya No Es Mía - Todos novela & todos
Limonada
Ese invierno, nuestra familia se fue a esquiar a Aspen, Colorado, en Estados Unidos. Era el lugar donde más acudía la nobleza de la manada y la gente con dinero. Pero, cuando la avalancha pegó de repente, papá cargó a Susana —la hija adoptiva que dormía profundamente, y salió corriendo. Mamá, aunque en pánico, no olvidó de llevarse al perrito callejero que la Susana había recogido. Regresaron esa misma noche a la Manada Sombra Lunar, y subieron más de diez fotos al Facebook de la Manada, celebrando que la familia había salido ilesa. Nadie se acordó de mí. Yo, la hija biológica, seguía enterrada bajo la nieve, esperando que alguien me rescatara. Después, cuando finalmente me encontraron, acepté sin pensarlo la oportunidad que me dio mi mentora de irme de la Manada a estudiar. Me fui a Ciudad Central a estudiar medicina y no volví a humillarme suplicándome para que me quisieran otra vez. Pero ellos empezaron a mostrarse cada vez más nerviosos: —Lucia, ¿por qué ahora no compites por el cariño de Susana?
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El hombre con máscara que me visita de noche - Todos novela & todos
ocho millones
Desde que me quedé embarazada, mi marido dejó de tener sexo conmigo. Aunque un poco vergonzosa, tenía que admitir que mi cuerpo se volvió extremadamente sensible en esta etapa. Y cada vez que llegaba la noche, no podía evitar apretar las piernas y fantasear todo tipo de escenas placenteras. Y el hecho de fantasear solo cambió cuando, un día, un hombre enmascarado se coló en mi casa.
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Los Mando Felices al Infierno: el Novio y su Amante - Todos novela & todos
Éric
Tras descubrir mi embarazo, corrí emocionada a la empresa de mi esposo para agregar al bebé como beneficiario del seguro.​ Y entonces, vi su archivo personal. Esposa: Victoria Winston.​ Hijos: Jack Hudson, Sophia Hudson.​ Me quedé paralizada. El gerente de RR. HH. explicó que ella, la heredera del mayor grupo hotelero de la Costa Este, era su esposa legal y sus hijos ya tuvieron siete años. En ese momento, el mundo se desmoronó. ¿Él tiene una esposa?¿Entonces yo qué soy? "¿Su amante de cinco años?" "¿Su amiga con derechos?" Y lo más grotesco, llevé en mi vientre a su bebé. Un bebé que nunca sería reconocido por su padre. Un bastardo. Asentí mecánicamente, toda fuerza abandonando mi cuerpo. El hombre que creí mi esposo nunca me perteneció, ni siquiera después de la muerte, mi nombre tendría derecho a tallarse en su lápida.
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El Arrepentimiento De Mi Familia Tras Mi Partida - Todos novela & todos
Ella
Mi padre adoptó a Serafina, la hija de una sirvienta omega que murió tratando de salvarnos. En menos de un año con la familia Blanco, ella se convirtió en la chica adorada por todos. No solo era mi padre quién la atesoraba como a una joya, mi compañero y mi hermano, también empezaron a preferirla antes que a mí. Cuando Serafina, «por accidente», dejó caer al fuego el collar que mi madre me heredó y este se vio reducido a cenizas, mi padre dijo que debíamos dejar el pasado atrás, y, luego, se deshizo de todo lo que le pertenecía a mi madre. Serafina incluso quiso arrebatarme el antídoto contra la plata que había desarrollado para honrar la memoria de mi madre, ya que ella había muerto por envenenamiento por plata. Para obligarme a entregarle mi investigación a Serafina, Damián, mi amor de la infancia y futuro compañero, llegó a amenazarme con cancelar nuestra ceremonia de apareamiento. Sin embargo, cuando dejé de pelear con Serafina y me fui de casa para siempre, todos se volvieron locos.
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Renacimiento: ¡Les daré su mericido castigo a los traidores! - Todos novela & todos
Soledad Millar
En mi vida anterior, una compañera de trabajo le pidió a mi marido que le dejara acoplar en el coche en sus viajes de ida y vuelta al trabajo, a mí no me hacía ninguna gracia, pero mi marido me dijo: —Vamos, vivimos en una comunidad, no me cuesta nada, no seas antipática. Y seis meses después, esa mujer se quedó embarazada y tuvo un aborto espontáeno en nuestro coche, el médico negó con la cabeza, diciendo: —¿Cómo pueden tener relaciones sexuales en el embarazo temprano? ¿Relación sexual? Si su marido estaba en el extranjero por negocios... Mientras yo aún estaba en shock por esa información, ella y mi marido me acusaron de ser quien conducía, tras lo cual fui apuñalado locamente por el marido de esa mujer, que había vuelto a toda prisa del extranjero. Cuando abrí los ojos de nuevo, regresé al día en que esa mujer quería acoplarse en nuestro coche.
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Venganza y Herencia - Todos novela & todos
Jazmín
Estuve casada durante ocho años y heredé más de diez millones de dólares que mi abuelo dejó para mí y mi esposo, que era jefe de un cartel. Pero justo cuando el abogado hacía el trámite de la transferencia, descubrió que mi certificado de matrimonio era falso. La herencia solo podía ser mía. —Señorita Bardem, el sistema muestra que usted se divorció hace un año. El matrimonio legal de su esposo Federico es con... Angelina Carver. Usted figura ahora como soltera. Es decir, el señor Bianco no tiene derecho a la herencia. Angelina Carver fue la primera novia de juventud de Federico Bianco, con la que viajó afuera. Cuando leí el mensaje que me mandó el abogado, no lo procesé. Resultaba ser que todos estos años, el amor y el cuidado de Federico no eran más que una mentira. Yo había planeado decirle en nuestro aniversario de bodas que estaba embarazada. Después de ocho años juntos, por fin teníamos el resultado que ambos habíamos esperado. Pero ahora veo que quizás él nunca lo esperó de verdad. Mientras acariciaba mi vientre, pensé que no importaba si mis gemelos crecían sin papá. De este lugar lleno de engaños, lo único que quería era huir.
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Diez Dólares, Dos Vidas - Todos novela & todos
Lía Vallejo
Últimamente, en la Manada Luna de Sangre no se habla de otra cosa: el Alfa, Gael Ibarra, decretó que en la Casa del Alfa nadie puede gastar más de diez dólares al día. Sí, diez miserables dólares. Y lo peor: esa regla absurda no vino de ninguna tradición ni consejo de ancianos, sino de su flamante “planificadora financiera”, Lía Rosales. Yo, la Luna, por gastar apenas un dólar de más en medicina, fui arrastrada al patio y condenada a veinte latigazos. Con apenas dos golpes, ya sentía la piel desgarrada y la falda pegada a la sangre. Mi asistente corrió hacia mí, desesperada, llorando: —¡Basta, por favor! ¡La Luna está delicada, no puede soportar un castigo así! Pero Lía levantó el brazo con más saña: —¡Veinte por un dólar de más! Eso fue lo que me prometió el Alfa. ¿Quién se atreve a desobedecer? Me abracé el vientre, jadeando, y con la voz hecha un susurro logré decir: —Llamen… al Alfa… Gael llegó rodeado de su séquito. Cuando sus ojos vieron mi espalda hecha un mapa de sangre, brilló en ellos algo que parecía compasión. —Lía, basta ya —ordenó. Ella lo miró con lágrimas contenidas: —Cuando me trajiste, dijiste que todos iban a obedecerme. Ni siquiera he usado la fuerza. ¿Ahora te vas a echar atrás? Dio media vuelta, ofendida. Gael le sostuvo el brazo y murmuró con cansancio: —Está bien… yo no me meto. No te desgastes. Que sigan los guardias. El cuero siguió azotando mi carne hasta abrirla en carne viva. Un calor tibio se desbordó entre mis piernas y, sin entender por qué, solté una risa quebrada que me llenó los ojos de lágrimas. Al día siguiente, cuando por fin Gael se acordó de mí y mandó llamar a la sanadora, encontró a mi asistente destrozada, abrazada a mi cadáver. —Luna… ¿cómo pudiste irte así? —sollozaba—. Dos vidas… dos vidas…
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