Sabía de Jax Jones por los miles de rumores que corrían sobre él, desde que era un asesino, a un mafioso, pasando por la posibilidad de que fuera un prostituto; pero yo sabía que no era así. Detrás de sus miradas frías había algo escondido.
Leer másDecidí pasarme la tarde en la soledad de mi habitación antes que soportar a los "amigos" de mi hermana en el salón. Sus hipócritas sonrisas me daban ganas de vomitar, y el brillo en sus ojos cuando mi hermana les decía de invitarles a algún sitio era penoso. Que tuviéramos dinero no quería decir que fuéramos gilipollas... o bueno, mi hermana podía serlo un poco; se dejaba manipular y enredar por las zorras que tenía como amigas y acababa siempre envuelta en algún lío, por no decir que su "novio" me había metido mano varias veces, ¿acaso no tenía suficiente madurez a sus veintiún años que tenía que acosar a la hermanita de diecisiete años de su novia? No lo sabía, pero aquello siempre me hacía discutir con Samay.
—Andra —la suave voz de mi hermana se cuela a través de la puerta, y no me muevo de la cama cuando ya escucho como sigue hablando —, ya han llegado mis amigos y otros chicos de la Universidad para hacer un trabajo.
—Sí, claro —mascullé.
Era tonta si se pensaba que ellos iban a hacer el trabajo que tuvieran, estaba claro que mi hermana con su naturaleza gentil y pacífica haría todo sola. Sabía que estaba acojonada porque nadie se juntaba a ella solo por como era sin ver tras el dinero de nuestros padres, y por eso hacía lo posible por mantener a los gilipollas que tiene como amigos en su entorno. Gilipollas; así definía a mi hermana.
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Tres horas de aburrimiento después , me encontraba bajando las escaleras para ir a la cocina a por algo de comer y a por el paquete de tabaco que mi padre me había confiscado días atrás. Oía voces femeninas y masculinas, y algunas las reconocía por el asco que las tenía. La voz de Dakota era la que más se escuchaba, y porque estaba casi gritando a quien —supongo —era mi hermana. Era odiosa, y más de una vez habíamos tenidos percances en los que incluían puñetazos de mi parte y lloriqueos suyos.
Nada más pisar el suelo del salón, casi todos se callaron, y yo fruncí el ceño siguiendo con mi camino. efectivamente había chicos que no conocía, pero al que había sentado en la esquina del sofá con los brazos tatuados flexionados sobre sus rodillas y los dedos también tatuados entrelazados bajo su barbilla... a ese chico si que no me importaba conocerlo. Lo que más llamaba mi atención era la tinta de sus brazos, manos, dedos y cuello.
—Pensaba que no ibas a bajar.
Miré a mi hermana, sola y sentada cerca de ese chico y otro con la misma mala pinta, me gustaba, por lo menos Samay no parecía que lo estuviera haciendo sola, eso sí, me quemaba ver como otro imbécil universitario y dos chicas junto a Dakota no hacían nada.
—No la iba a hacer —fruncí el ceño cuando vi entre las manos de Dakota un collar que daba por perdido; me acerqué a ella, que parecía estar muy curiosa con las cosas que teníamos en el mueble de la televisión, y le arrebaté el collar de las manos cogiendo con fuerza la pechera de su fina camiseta gris —. ¿No te han enseñado a respetar las cosas que no son tuyas? Digo, a mi no me enseñaron a respetar a los novios de las zorras —la solté, era una estupidez pelear con ella —Haz el puto trabajo y lárgate de mi casa, barbie siliconas.
Mis dedos picaban por estamparse en su cara, sin embargo no lo hice, no quería dar un espectáculo y menos hacerme daño por una zorra. La había dejado claro varias veces que no podía tocar nada de casa, y que ni siquiera me gustaba verla por aquí o con mi hermana, pero claro, yo tenía diecisiete años y ella diecinueve. No me extrañaba que su padre se dejara el lomo trabajando para pagar la Universidad a una hija desagradecida que lo trata como la m****a tras la muerte de su madre.
Caminé a través del salón, y pasé junto a la mesa de billar que teníamos casi pegada a un gran ventanal que ocupaba la mitad de la pared. Adoraba aquel espacio, sobre todo cuando pasaba tardes con mis amigos jugando y viendo como la lluvia empapaba el césped artificial del jardín. Era reconfortante —a veces —estar sola en casa y sentarse frente a ese gran ventanal, me gustaba mirar nuestro gran jardín, y en verano me gustaba ver como el gatito de la vecina paseaba por nuestro jardín y descansaba bajo un árbol que a mí siempre me daba sombra cuando quería echarme una pequeña siesta al aire libre. Desde la cocina podía ver el salón, era amplia, y mientras buscaba mi paquete de tabaco y desordenaba los cajones, estuve pendiente de que no se pasaran con mi hermana.
— ¿Necesitas ayuda?
M****a.
Como acto reflejo tiré el trapo que tenía en las manos hacia el chico, y me golpeé mentalmente por lanzarle un trapo al chico tatuado que me hacía mojar las bragas. Pero fue su culpa, ¿acaso no sabía carraspear, o toser para hacerse notar?
ANDRANo estabanerviosa, solo me sudaban las manos, el corazón me latía a mil por hora, sentía naúseas... ¡Joder, me casaba por fin!Diez años, diez años habían tenido que pasar para que Jax y yo nos encontrásemos en aquella iglesia pequeña. A penas llegábamos a las veinte personas, toda la prensa y periodistas de revistas estaban perdidos por ahí. Desde que me había hecho oficialmente conocida como diseñadora de moda—hacía tres años—, mi foto salía en periódicos, en la televisión... y ¡hasta me invitaron a una alfombra roja! a la cual fui con un Jax en traje y sin mi hijo, al cual tuve que dejar en manos de Nora y Trent aunque no quería.Llevaba puesto aquel vestido que una vez diseñé, no era blanco, era
ANDRANo me acostumbraba a soportarun peso de más como si cargara una mochila llena de piedras, pero mi dolor de espalda valía la pena cada vez que me miraba al espejo y veía mi abultado vientre. Llevaba seis meses de embarazo, y aunque todavía le faltaba crecer, nuestro hijo tenía todas las de salir igual de grande que Jax. Entre que yo era muy delgada y pequeña, y que Jax era como un armario de músculos, temía que mi hijo me rompiera al nacer.—Andra.Miré hacia la puerta del baño; Jax llevaba un buen rato allí metido arreglándose; nuestras familias y amigos querían celebrar Halloween, y aunque a mí me mataban los pies y la espalda si andaba mucho, yo también quería celebrar esa fecha tal y cómo llevábamos haciendo a
ANDRA—Pues enhorabuena, famosilla, vas a conseguir que ha Jax le de un infartoApreté el puente de mi nariz y me tiré sobre la cama de espaldas.¡Genial, Andra, lo has hecho genial!me animé. Nora me miraba con una mueca en los labios, y se tiró encima mía abrazándome, pero enseguida se movió y me pidió perdón.—Mierda, Nora—me tapé la cara con las dos manos y suspiré—. Después de esto me va a sacar los ovarios.—Venga tía, no te preocupes, ya habíais hablado de esto ¿no? Según mis cálculos y al ritmo que ibais, esto os debería de haber pasado cuando tenías diecinueve años.Solté una risilla. Si bien Jax y yo ya habíamos hablado de un futuro con hijos, no estaba segura de s
ANDRAYa me estabaacostumbrando y era rutina, pero no una rutina de las aburridas, era una rutina preciosa y de la que no podía cansarme.Llegué al ático, dejé mi mochila con los apuntes al lado de la puerta, y el bloc que usaba para mis diseños sobre una pequeña mesa dónde teníamos guardadas las llaves y algunas facturas. La casa estaba helada —literalmente —, el invierno había llegado con fuerza y persistía en no querer subir la temperatura a por lo menos unos cinco grados. No me deshice de mi bufanda ni de mis guantes hasta que encendí la calefacción y empecé a sentir el calor hogareño que me brindaba mi casa. Siempre lo dejaba todo desparramado, y cuando Jax llegaba de la empresa me
Estaba loco, jodida y maravillosamente loco. ¡¿Casarnos?! Ni siquiera lo podíamos hacer en Nueva York, allí yo era menor de edad todavía, debíamos viajar a otro estado, como Las Vegas, o de vuelta a California.—Tu quieres esperar a ser más mayores, Jax —afirmé; me removí sobre él queriendo bajar, pero él me siguió agarrando con toda la firmeza del mundo —. Eres tan jodidamente contradictorio...Negó, y su pelo —ya algo más largo y rizado —se movió de lado a lado. Me bajó, y en cuanto mis pies tocaron el suelo me separé de él para cerrar la puerta corredera de la terraza; estábamos hablando de algo serio e intímo, y solo quería que nos preocupara a Jax y a mí. Corrí la cortina blanca para taparnos, y vi antes a Nora y a Trent hablando con mi hermana en medio como si vier
Cuando me desperté, apenas reconocía el cuerpo de Jax bajo la oscuridad de la noche. El contraste frío de los piercings de sus pezones me daban escalofríos sobre la piel caliente de mi cuerpo aprisionado por el suyo. El reloj digital en la mesilla marcaba las cuatro de la madrugada del once de agosto. Mi cumpleaños. Jax se removió, y quitó su cabeza de mis tetas para aferrarme con sus brazos sobre su cuerpo; ya no me sorprendía, era así todas las noches, cambiábamos de posición una y otra vez mientras dormíamos, cada día despertábamos de formas diferentes uno sobre el otro.- - -Me desperté poco a poco, viendo como los rayos de sol eran camuflados levemente por la cortina de la ventana. Estaba sola en la cama, y la camiseta de Jax que llevaba puesta se me había subido hasta dejar casi a la vista mis tetas sin sujetador.No escuchaba nada, e imag
Último capítulo