El dolor llegó primero.Un dolor que ardía en cada célula de mi cuerpo, como si alguien hubiera reemplazado mi sangre con fuego líquido. Grité, pero el sonido salió amortiguado, distorsionado.¿Estaba bajo el agua todavía?No. Esto era diferente.Abrí los ojos de golpe.Arena negra. Cielo gris plomo. El olor a azufre y sal mezclados. Me incorporé bruscamente, tosiendo agua salada que quemaba mi garganta como ácido.—Tranquila. El cambio es... intenso.Esa voz. Dante.Giré la cabeza demasiado rápido y el mundo se inclinó, mis sentidos sobrecargados por una avalancha de información que nunca había procesado antes. Podía oler cada componente del aire: algas podridas, ozono de tormenta, algo dulzón que era sangre seca, y debajo de todo eso, un aroma a almizcle salvaje que hacía que mi estómago se retorciera de una forma completamente inapropiada dadas las circunstancias.Dante estaba sentado a unos metros, ahora completamente humano en apariencia, aunque desnudo de la cintura para arriba.
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