ActualidadKazanlak, BulgariaAriannaAlgunos dicen que los gitanos somos viajeros andantes sin lazos, sin ataduras, con el misterio como nuestra carta de presentación. Nos miran con desconfianza, como si naciéramos con una daga bajo la lengua y una mentira en los bolsillos. Les incomoda no poder encasillarnos, no saber de qué parte del mapa venimos ni a qué Dios rezamos cuando la noche nos toca. Y, sin embargo, no pueden ignorarnos. Porque nos temen. Porque intuimos lo que otros callan, porque olemos la traición antes de que se pronuncie, porque sobrevivimos donde muchos se quiebran.En mi caso, mi sangre gitana ha sido tanto mi amuleto como mi condena. Me enseñó a sobrevivir, pero también me obligó a endurecerme. Aprendí a golpes, a pérdidas que dejaron cicatrices más hondas que cualquier bala. Pero fue ese mismo dolor el que me forjó. El que me enseñó a valerme por mí misma. Ahora, mi nombre se pronuncia en voz baja, con respeto disfrazado de miedo. Como si decirlo en alto les quit
Leer más