Bastian avanzaba con paso relajado por el sendero que bordeaba los jardines, las manos entrelazadas tras la espalda y el rostro ligeramente alzado hacia el sol tibio de la mañana, disfrutando de su calidez. El aire estaba impregnado del aroma de las flores en plena floración, un aroma tan relajante que casi le hacían olvidar que, desde hace días, él también había asumido un pequeño trabajo personal: vigilar a las enviadas de la capital.Porque Darian podía confiar en sus mayordomos para que las controlen, pero él prefería observar por su propia cuenta.Por lo que había podido observar, Lady Ceryth parecía aceptar con gracia sus quehaceres, pero bastaba un par de minutos observándola para notar que aquello no era más que una fachada bien pulida. Bajo su actitud dulce y cortés, se escondía un brillo ambicioso, uno que no apuntaba precisamente al espionaje sino más bien al ascenso social. Bastian reconocía esa chispa, la había visto en más de una joven noble, deseosas de
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