Capítulo 5

No parece creerme ni por un segundo, notó él. Y tenía razón: podía ver en sus ojos que lo clasificaba como un casanova con demasiado tiempo libre. Otra señal de que no tenía entrenamiento para manejar conversaciones con dobles intenciones.

Demasiado torpe para ser enviada con fines políticos, pensó con un toque de alivio. Sería una lástima tener que deshacerse de ella si hubiese resultado ser una espía.

—Debería usar esas palabras para conquistar a alguien más —sugirió ella, volviendo a su maceta.

—¿Y arruinar la diversión? —replicó con tono ligero—. Prefiero seguir intentándolo contigo, no vaya ser que otra se lo tome demasiado en serio.

Ella negó con la cabeza riendo suavemente, mientras él se apoyaba en una de las columnas de la glorieta, observándola con interés. Había algo curioso en su forma de ser, como si realmente no creyera que él estuviese coqueteándole de verdad. Tenía un aura de serenidad a su alrededor que lo descolocaba un poco, como si no le molestara el haber sido enviada a un lugar desconocido como un simple obsequio.

—Debo admitir —comentó él, retomando la conversación con un tono más analítico— que no esperaba encontrar a una de las "doncellas de confianza del emperador" cavando tierra.

Avelyne levantó la mirada, con una sonrisa que oscilaba entre vergüenza y diversión.

—¿De confianza? Apenas estuve un par de meses como mucho en el palacio antes de que me enviaran aquí. No creo que de tiempo de ganar la confianza de nadie en tan poco tiempo.

Dos meses... demasiado poco para convertirla en trampa política, calculó Bastian mentalmente. Aunque tampoco es imposible si es la cara menos sospechosa.

—Bueno, algo debiste haber hecho bien —replicó él con una media sonrisa, un poco interesado en su respuesta, analizándola.

—Lo dudo mucho —añadió ella, con una mueca entre resignada y divertida—. Creo que solo querían completar números.

Bastian soltó una carcajada auténtica. La sinceridad descarada de esa respuesta lo había tomado por sorpresa.

—Eso sí que es humildad. O desdén, no estoy seguro todavía —observó él—. Pero me parece que te estás subestimando.

Avelyne alzó la mirada con cierto brillo travieso.

—Llámelo como prefiera. Solo quiero una vida tranquila. Libre de dramas.

—No muy ambiciosa —reconoció, ella se limitó a encogerse de hombros.

—No, no lo soy —respondió sin un pizca de vergüenza.

¿Quién responde de esa forma en presencia de un superior? Definitivamente no está actuando, concluyó mentalmente.

—Aunque —continuó él, cruzando los brazos— sigo pensando que te vendría bien practicar el arte de la conversación refinada. Podría serte de utilidad en algún momento.

—Me temo que tendré que decepcionarlo —bromeó ella—, no soy buena con el refinamiento. Solo soy una chica de pueblo.

Bastian resopló con una sonrisa.

—Puedes sacar a la chica del pueblo, pero no al pueblo de la chica. Un desperdicio de encanto, si me preguntas.

—Eso depende de con quién se hable —replicó sin mirarlo, pero con una picardía involuntaria.

Él arqueó una ceja, divertido.

—¿Estás insinuando que soy remilgado?

—Sus palabras, no las mías —respondió ella, con una sonrisa juguetona.

Bastian soltó una carcajada franca. La observó un momento más largo del ue pretendía. Se movía con soltura, como si estuviese acostumbrada a trabajar en las labores de jardinería, sin la rigidez de alguien que esconde segundas intenciones. Si fuese una infiltrada, habría aprovechado este momento para indagar. Le resultaba refrescante encontrar a alguien que le contestara sin miedo ni estrategia oculta.

En Stonveil, las mujeres que se cruzaban en su camino, o actuaban con un exceso se cautela, como si temieran ofenderlo al decir una palabra equivocada, o eran demasiado entusiastas en su afán por agradarle para ascender más rápido. Ella en cambio, le seguía el juego de forma natural, casi sin darse cuenta.

—Touché—murmuró él, de buen humor, concediéndole esta victoria—. Pero si te interesa mantener viva esa lengua afilada, deberías descansar un poco. Pasas más tiempo entre plantas que relacionándote con otras personas.

Avelyne se irguió.

—No tengo tanto tiempo libre como usted, mi lord —respondió ella con tono educado pero con un matiz claramente burlón.

—Ah, no lo dudes —Bastian sonrió ampliamente, dándose aires exagerados—. Soy experto en encontrar tiempo para no hacer nada.

Avelyne soltó una risa suave mientras continuaba acomodando las plántulas en la tierra húmeda.

—Entonces es todo un maestro en su oficio.

—Lo soy —se inclinó ligeramente hacia ella, bajando la voz en un tono casi confidencial—. Pero estoy dispuesto a dar clases, por si te interesa.

Ella rodó los ojos, divertida.

—Me temo que tendré que declinar.

—Una lástima —respondió él con un suspiro dramático—. Podríamos habernos escaqueado juntos del trabajo

Avelyne volvió a reír, ligera, y Bastian sintió como su sonrisa se volvía más natural, más honesta. Y eso lo incomodó un poco. No estaba aquí para relajarse ni para divertirse tanto. Venía a evaluar, no encariñarse.

La observó mientras ella seguía trabajando con las plantas, murmurando algo para sí misma. No había señales de segundas intenciones. Solo una chica sencilla intentando hacer su trabajo sin molestar a nadie.

Si ella es una espía, es la más convincente que he visto, pensó con ironía.

Y, aún así, decidió seguir observándola. Había algo en ella que le llamaba la atención. No lo suficiente para interesarse de verdad. Sino como una pequeña distracción de la monotonía del lugar.

Y porque, muy en el fondo, ya sospechaba que ese jardín se volvería su nueva ruta favorita en las mañanas.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP