Capítulo 3

El sol de la mañana caía sobre los jardines de Stoneveil, filtrándose entre las ramas de los árboles y dejando motas de luz sobre los senderos empedrados. Bastian caminaba junto a Darian con las manos en los bolsillos y una sonrisa despreocupada en el rostro. La brisa era fresca, y el perfume de las flores terminaba de borrar cualquier rastro del entrenamiento anterior.

—Hermano —empezó con su habitual tono burlón—, si sigues tan tenso todo el tiempo, vas a envejecer prematuramente. No puedes andar en modo centinela todo el tiempo.

Darian no apartó la vista del camino.

—No es tensión —replicó con calma—. Es disciplina.

—Llámalo como quieras —respondió con un gesto divertido—, pero necesitas aprender a relajarte. Tal vez aprovechar el regalo que te enviaron. Es un desperdicio ponerlas a sacudir candelabros.

—No se sabe si son de fiar. Además, es mejor tenerlas haciendo algo productivo.

—Eso lo entiendo —insistió Bastian—. Pero, ¿darles uniformes de sirvientas y ponerlas a trabajar? ¿No es un poco excesivo?

—No tiene nada de malo que trabajen —empezó a explicar Darian, un poco cansado de seguir con el tema. Sabía que su decisión podría no ser muy bien vista y que era mejor si en la capital no se enteraban de cómo había decidido manejar el "generoso obsequio", pero tampoco pensaba ir en contra de sus propios principios—. Por lo menos es mucho más honroso que simplemente ser entregadas de mano en mano como si fuesen objetos. No  me agrada la idea de obligar a alguien a estar conmigo en contra de sus deseos; no quiero que me sirvan de esa forma.

—Ah, sí llegaste a captar esa parte —comentó Bastian, un poco sorprendido. Su amigo siempre se veía tan poco interesado en ese tipo de temas que creyó que lo pasaría por alto, y por eso había decidido tomar lo que se dijo en la carta de forma literal.

—Por supuesto, no soy ningún niño como para pasar por alto el doble sentido en la carta de su alteza Selianne —respondió Darian, un poco ofendido por la subestimación de su amigo—. Y, dejando eso de lado, sabes que esas mujeres pueden ser solo una trampa de miel para espiar mis movimientos o intentar controlarme.

—Claro, claro —asintió él. Sin embargo, no pudo evitar bromear un poco más para disipar todo ese ambiente solemne en el que, sin querer, había caído la conversación—. Pero si me lo permites, puedo quitarte a alguna de ellas de encima. Solo para compartir tu carga, claro está.

Darian lo miró de reojo, reprimiendo una sonrisa.

—Tu sentido del deber siempre ha sido... peculiar.

Bastian alzó las manos en gesto inocente justo cuando ambos se detuvieron bajo la sombra de un manzano.

—Yo solo intento ayudar, no me mires así.

—Qué considerado —replicó el general, rodando los ojos—. Si no te conociera como eres cuando ves una chica bonita, quizá te creería.

—¡Ey!, ahora solo estás siendo prejuicioso —se rió Bastian, antes de dramatizar como si estuviese verdaderamente herido por las "crueles" palabras de su amigo—. Cómo puedes ser tan frío conmigo. Yo, que te he dedicado los mejores años de mi vida, que he protegido tu espalda cuando salimos al campo de batalla. ¡Tu persona de mayor confianza!

—Ya, ya. No lo decía en serio. Solo termina de una vez con tu teatro.

—Eso pensé —Bastian se limpió las lágrimas de cocodrilo como si nada hubiese pasado—.Pero como te decía, debes aprender a divertirte un poco, a disfrutar de la vida. No puedes estar siempre vigilante, Darian. —sonrió, inclinando ligeramente la cabeza hacia él.

—No es por paranoia —contestó el general en tono sereno—. Uno nunca sabe cuándo puede atacar el enemigo... ni siquiera en tu propia casa.

Bastian soltó una carcajada suave.

—Oh por favor, no creo que los arbustos estén planeando una emboscada.

Darian resopló.

—Conociendo nuestra suerte, no apostaría por eso.

Y, como si fuese un presagio, un crujido lo interrumpió. Ambos alzaron la mirada al mismo tiempo, y antes de que pudieran reaccionar, una figura cayó de entre las ramas y se estrelló directamente contra Darian, tumbándolo de espaldas al suelo.

Bastian parpadeó, desconcertado por un segundo, y luego estalló en risas.

—Por los dioses...

La joven gimió, tratando de incorporarse con torpeza. Y entonces Bastian la reconoció: Cabello castaño desordenado, ojos dorados que parecían aún más grandes por la sorpresa, y una expresión vergüenza tan intensa que competía con el rubor en sus mejillas.

Avelyne.

Se agachó enseguida para ayudarla a levantarse, conservando todavía la sonrisa.

—¿Es costumbre tuya caer sobre la gente?

Avelyne lo miró horrorizada, con el rostro ardiendo. Tratando de disculparse entre balbuceos. Fue entonces cuando Bastian notó el rasgón en su vestido, justo en el costado de la cintura, donde un pequeño lunar oscuro destacaba sobre la piel blanca. Se mordió el interior de la mejilla para no sonreír más de la cuenta.

Darian se incorporó con un gruñido, sacudiéndose el polvo.

—¿Qué demonios hacía en ese árbol?

Ella, ajena a la mirada, balbuceó una disculpa apenada.

—Yo... estaba tratando de alcanzar unas manzanas... no pensé...

—Para otra utiliza una escalera.

—Sí—añadió Bastian divertido— aunque admito que tu método fue más... entretenido.

El general lo fulminó con la mirada.

—Déjate de bromas.

Avelyne intentó quitarle un poco de polvo a la ropa a Darian, todavía abochornada por haberle caído encima a su jefe.

—En serio lo siento, no fue mi intención.

—Tranquila —la interrumpió Bastian, guiñándole un ojo—. Ha pasado por ataques peores. Esto no es nada... aunque, si me preguntas, no me importaría ser abordado por usted de esa forma.

Avelyne se quedó sin palabras, la cara completamente roja por sus descaradas palabras y la vegüenza. Murmuró algo ininteligible sobre ir a cambiarse y salió prácticamente huyendo, sujetándose el vestido roto.

Bastian la siguió con la mirada, antes de girarse hacia su amigo.

—Suerte que siempre andas vigilante, eh —le comentó para fastidiarlo.

Darian le lanzó una mirada severa, pero Bastian ya era inmune a esas cosas. Entonces continuó con expresión maliciosa.

—Dime, ¿cómo una chica tan menuda pudo derribarte así? Si me preguntas, ya te estás volviendo viejo, justo como te venía diciendo. Los reflejos ya no te funcionan como antes.

Darian soltó un resoplido, reprimiendo una sonrisa.

—Sigue riéndote, y mañana te haré correr diez vueltas extra.

Bastian soltó una carcajada, echando la cabeza hacia atrás.

—Oh, vamos, quién hubiera esperado que alguien te saltara desde el cielo.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP