Capítulo 36: Inocencia Perdida.
Lía fue cambiada nuevamente al turno de la noche.Este turno le gustaba más, ya que eran menos horas y ganaba más dinero.Jorge, por su parte, empezó a aparecer cada vez que podía. Esperaba a que ella saliera para llevarla a casa, evitando que tomara la ruta de la empresa. Al principio, Lía se resistía, pero pronto se acostumbró a ver aquel coche esperándola bajo las luces pálidas del estacionamiento.Con el tiempo, esas breves coincidencias se volvieron hábito. Algunas noches, Jorge incluso entraba a las oficinas antes de que ella terminara. Tomaba un trapero, se arremangaba la camisa y, entre risas, le ayudaba a limpiar los pisos. Era su excusa perfecta para pasar más tiempo a su lado, para escucharla, para descubrir los gestos simples que la hacían única.Lía lo miraba sorprendida, incapaz de creer que un Cancino —uno de “ellos”— pudiera hacer algo tan sencillo solo por acompañarla. Y, sin quererlo, empezó a disfrutar de aquella rutina compartida: los silencios, las risas bajas, lo
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