El café siempre olía a canela y nostalgia. Allí, en la mesa junto a la ventana, Sofía se enamoró de Elías. No por su sonrisa, sino por el silencio con el que elegía sus palabras. Elías era un hombre de secretos hermosos: leía a medianoche, coleccionaba relojes averiados y su pasado era una página en blanco. Un mes después de conocerse en la tienda de vinilosEl Pentagrama Perdido, compartían piso, el romance era una hoguera que crecía sin control, y Sofía ignoraba la quietud que a veces se posaba en los ojos de Elías.Esa noche, sin embargo, el silencio de Elías era distinto: era ausencia.Sofía despertó a las tres de la mañana. Su lado de la cama estaba frío. La primera alarma no fue su desaparición, sino el orden. Elías era caótico, pero su mesa de noche estaba impecable. Sobre la madera pulida, un único objeto: una partitura antigua, amarillenta y sin título.No conocía esa caligrafía, apretada y elegante. El papel olía a biblioteca y a tierra.Un nudo se le formó en el estómago
Leer más