No dormí, no creo haber cerrado los ojos más de cinco minutos seguidos.La madrugada se estiró como un hilo delgado a punto de romperse, mientras Noah respiraba sobre mi pecho, tibio, pequeño, completamente ajeno al peso que me aplastaba el esternón. Cada vez que apretaba la carta entre los dedos, esa hoja simple, anónima, torcida en los bordes, el mensaje parecía grabarse más profundo en mi piel: “Cuida a tu hijo.”No había firma, no había detalles, no había rastro, solo esa frase como un susurro venenoso.Me pasé horas mirándola, horas, como si el papel fuera a hablarme por puro agotamiento.No sabía si contárselo a Nora, si hacerla cargar también con esto, si arrastrarla a mis paranoias o mantenerla a salvo.Ella siempre había sido la fuerte… y yo, la que temblaba intentando sostener lo que quedaba de mi propia estabilidad. Me mordí el labio hasta sentir el sabor metálico de la sangre porque, si le contaba algo así, Nora dejaría todo por venir. Y ya me había dado demasiado.—No pu
Leer más