AlejandroEl banco aún conservaba el calor del sol cuando escuchamos un ruido sutil detrás de nosotros. No era el bullicio normal del colegio, sino un crujido, un paso apurado. Me giré al instante, mi cuerpo ya tenso, los sentidos alertas.Una figura apareció entre los árboles del patio, una mujer de cabello oscuro que no necesitaba presentación: Catalina.Sus ojos brillaban con una mezcla de ira y satisfacción. Nos observaba, con esa sonrisa fría y venenosa que había aprendido a temer.—¿Creían que podían ocultarse? —su voz cortante retumbó como un golpe—. Isabella, querida, tienes demasiados secretos. Y Alejandro, tan protector, tan arrogante... no sabes en qué te has metido...Creí que a este punto ya no podría sorprenderme más por las cosas que eras capaz de hacer, sin embargo, esta vez sí que te has pasado...¿Involucrarte sentimentalmente con una niña Alejandro? ¿En qué demonios estabas pensando cuando te atreviste a besar a esta muchachita?Isabella se levantó de un salto, su ros
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