Isabella
La noche caía pesada cuando llegué a casa, con la cabeza llena de pensamientos y la piel todavía ardiente por el roce de Alejandro en la oficina. Abrí la puerta con cuidado, esperando un momento de calma... pero lo que me esperaba fue todo menos eso.
Mi madre estaba parada en el pasillo, con los brazos cruzados y esa mirada fría que siempre lograba hacerme sentir pequeña.
—Tenemos que hablar —dijo sin saludo, sin rodeos.
Mi corazón se aceleró, y aunque intenté mantener la compostura, su tono me tensó de inmediato.
—¿Por qué? —pregunté, ya temiendo la respuesta.
—Encontré tus pastillas anticonceptivas —dijo, señalándome con un dedo acusador—. ¿Con quién estás teniendo esas... relaciones? No me importa su nombre, pero hasta que me lo digas, te prohíbo salir de esta casa.
Sentí que todo mi cuerpo se tensaba. No quería darle esa información, no quería que supiera de Alejandro ni de nada de mi vida fuera de estas paredes.
—No es de tu incumbencia —respondí firme, tratando de no qu