Alejandro
Hay algo absurdo en volver cada noche a un lugar donde todo huele a vacío, pero no se nota.
Mi departamento en Vitacura está hecho a medida: líneas limpias, materiales fríos, obras de arte que podrían estar en cualquier museo, y cristales tan grandes que dejan entrar la ciudad... pero nunca el calor.
El dinero puede comprar belleza. Pero nunca hogar.
El dinero puede comprarlo todo, a excepción de la felicidad y el amor.
Cierro la puerta con un leve clic. Las luces se encienden solas al reconocer mi presencia. Camino hacia la cocina de mármol negro, abro una botella de vino, uno francés del 2003, y sirvo una copa sin demasiado interés. El silencio me acompaña como un viejo enemigo.
Hoy, por primera vez en años, me sentí observado en mi propia empresa. No por competencia. No por traición. Sino por unos ojos grandes, curiosos... los de ella.
Isabella camina con un aire de rebeldía contenida, como si cada paso fuera una declaración. Lleva su uniforme como si estuviera hecho por