Alejandro
Desde el momento en que Isabella cruzó la puerta de mi departamento, supe que había mucho más detrás de su mirada que esa mezcla de vulnerabilidad y fuego que me había cautivado. No podía dejar de pensar en ella, en su misterio, en las sombras que parecía arrastrar.
Esa noche, mientras ella dormía, me senté frente a mi computadora con una sola misión: conocer todo sobre su vida, desentrañar el enigma que era Isabella.
Empecé con lo básico, su nombre completo, y pronto di con su familia. Para mi sorpresa, sus padres no eran simples profesionales ni gente común; eran figuras destacadas en el mundo de la medicina en Santiago.
El apellido de Isabella estaba ligado a una de las clínicas privadas más prestigiosas de la ciudad. Sus padres eran millonarios, reconocidos cirujanos con una reputación intachable y aun así ella era tan buena alumna que consiguió su propia beca en el colegio aunque no lo necesitara en lo absoluto. La mujer fría y distante que ella me había mostrado en oca