Isabella
Volví a casa con el peso de la conversación con Alejandro aún sobre mis hombros, pero algo dentro de mí me decía que no todo estaría en calma. Abrí la puerta con cuidado, intentando no hacer ruido, pero el silencio del departamento parecía más pesado que de costumbre.
Subí a mi habitación y, apenas entré, algo me hizo detenerme. Mis cajones estaban entreabiertos, desordenados, y en el suelo, esparcidas, mis cosas personales. Sentí un frío que se extendía desde el pecho hasta la punta de los dedos.
Me agaché para recoger un frasco de pastillas anticonceptivas que había quedado en el suelo. Las miré con incredulidad, como si alguien hubiera invadido un lugar sagrado.
No tuve que esperar mucho para saber quién había sido.
Mi maldito dolor de cabeza.
—¿Qué crees que haces? —dije con evidente molestia.
Era mi hermana mayor, con esa sonrisa cruel que siempre me daba cuando quería hacerme sentir menos.
—Solo revisaba... —comenzó a explicar, pero no estaba dispuesta a escucharla en l