Cuando despertó, Erika sintió una punzada de confusión. Se encontraba en su propio departamento, pero todo parecía estar envuelto en una niebla espesa que se negaba a disiparse. Al intentar moverse se dio cuenta de que estaba completamente desnuda, lo que la hizo sentirse aún más desorientada, su piel fría y vulnerable contra las sábanas le recordó de inmediato que algo no estaba bien.Su mente era un caos. Había olvidado por completo lo que había sucedido la noche anterior después de haberse emborrachado, lo último que recordaba haberse enjuagado la boca en el baño, pero más allá de eso, todo era una página en blanco. Intentó recordar, pero no podía, como si la resaca se llevara consigo cada detalle de lo que había pasado.A medida que su mirada recorría la habitación, algo en la silla a su lado le llamó la atención. Allí, sobre la tela desordenada, descansaba una camisa blanca, arrugada y con manchas que no conseguía identificar. La observó durante un largo minuto, el corazón latien
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