Punto de vista de LeanderEl hospital estaba atestado en cuanto llegamos. La mayoría prosperaba gracias al dinero viejo de señores oscuros y políticos con secretos que matar. Yo había usado su morgue unas cuantas veces cuando algún hombre se atrevía a cruzarse en mi camino.Lila estaba sentada en la camilla con una blusa holgada de seda y pantalones suaves de algodón que yo mismo había elegido; nada que rozara las ronchas que le había pintado en la piel. Se removía inquieta, rodillas apretadas, ojos saltando hacia la puerta cada vez que crujía.La doctora Elena Voss, cuarenta y tantos, corte bob impecable, mente más afilada aún, terminó el examen con eficiencia clínica. Sin miradas prolongadas, sin juicios, solo hechos murmurados en una tableta. Costillas magulladas, latigazo cervical leve, laceraciones superficiales en la cadera. Nada que no sanara en una semana. Yo me quedé en un rincón, brazos cruzados, vigilando cada mueca de Lila como un halcón.—Tuvieron suerte —dijo Elena, quit
Ler mais