Punto de vista de Lila
La palabra «prometida» quedó flotando en el aire como el humo después de un disparo.
No podía moverme. No podía respirar. Me zumbaban los oídos con ella del mismo modo que había resonado el latido de Jamie dentro del helicóptero: alejándose, alejándose, desaparecido. Las uñas rojas de Helena se hundieron más en la solapa del abrigo de Leander, reclamando un territorio que ni siquiera sabía que existía hasta hacía tres segundos. Ella era todo lo que yo nunca sería: alta, elegante, chorreando dinero y seguridad, del tipo de mujer que entraba en una habitación y la poseía sin siquiera intentarlo. Y me miraba como si yo fuera algo pegado a la suela de sus Louboutin.
Leander por fin se movió. Levantó la mano, la cerró sobre la de ella, pero no para arrancársela. Solo para mantenerla ahí, como si estuviera congelado entre apartarla de un tirón y atraerla más cerca. Ver sus dedos sobre la piel de ella me revolvió el estómago.
—Helena —dijo, voz baja y áspera—, este no