Punto de vista de Lila
La mansión me tragó entera en cuanto Marcus cerró la puerta del coche detrás de mí.
No esperé a que hablara, ni reconocí a los guardias que fingían no estar viendo cómo me derrumbaba. Corrí. Subí la gran escalera de mármol de dos en dos, por el corredor este donde los retratos de ancestros Vekaris muertos hacía siglos me miraban furiosos como si ya supieran que yo era una impostora. La puerta de mi dormitorio se cerró de un portazo tan fuerte que tembló la araña de cristal del pasillo, y luego giré la llave con dedos que no dejaban de temblar.
Me dejé caer por el interior de la puerta hasta que mis rodillas golpearon la alfombra, abrazándome como si pudiera mantener los pedazos juntos físicamente. Las lágrimas que había estado conteniendo desde el hospital por fin ganaron. Salieron calientes y violentas, del tipo que te dejan jadeando y en carne viva, del tipo que te hace doler las costillas. Hundí la cara en las mangas y mordí la tela para que el sonido no tr