Punto de vista de Lila
Las hélices del helicóptero ya giraban cuando la mano de Leander se posó en la parte baja de mi espalda, guiándome por el ala privada del hospital como si estuviera hecha de cristal. Odiaba cuánto me inclinaba hacia ese toque, cómo mi cuerpo había empezado a reconocer su calor como seguridad mientras mi mente gritaba que él era la jaula.
Jamie tenía diez años. Diez años y conectado a máquinas que pitaban demasiado fuerte en el silencio estéril. Le habían afeitado un mechón de su cabello oscuro para la vía, y verlo hizo que mis rodillas flaquearan. Leander me atrapó antes de que tocara el suelo, su agarre magullador, pero no me importó. Solo necesitaba ver a mi hermano.
Estaba dormido cuando entramos sigilosamente en la habitación, pequeño y pálido bajo la manta blanca, pestañas abanicadas contra mejillas que solían ser redondas por la grasa infantil. Me acerqué despacio, los monitores registrando cada latido frágil, y en el segundo en que mis dedos rozaron sus n