El mundo se desdibujó hasta ser solo una mancha húmeda y temblorosa contra su pecho. Ya no sentía el suelo, ni el frío, ni la vastedad del pasillo. Solo el tejido de su camisa, empapado por mis lágrimas, y la mano firme que trazaba círculos hipnóticos en mi espalda, anclándome a la realidad, impidiendo que mi alma se desintegrara en mil pedazos de dolor.Mis piernas cedieron por completo, dejando de ser mías. Pero no caí. Un brazo sólido se deslizó bajo mis rodillas, otro rodeó mis hombros, y de pronto, la gravedad dejó de existir. Kaiden me levantó en vilo con una facilidad que, en cualquier otra circunstancia, me habría aterrado. Ahora, solo me sentía ingrávida, un fardo quebrado y sin valor contra su fortaleza.Enterré el rostro en el hueco de su cuello, sin fuerzas para la vergüenza. Su olor, a bosque profundo y tormenta lejana, se mezclaba con el salado de mi desesperación. No dijo una palabra. Solo caminó, con pasos seguros y silenciosos, llevándome a través de la mansión hasta
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