El oasis sagrado todavía brillaba con las brasas del ritual.Las antorchas tintineaban como estrellas caídas, el agua reflejaba la luna en mil fragmentos, y la arena, iluminada de plata, guardaba las huellas del banquete, la danza y la cacería que había sellado el vínculo de la nueva trinidad alfa.Los alfas del sur bebían en grandes copas de piedra, chocando los cuernos en celebración.Los omegas servían comida, los guerreros reían a carcajadas, y los cachorros jugaban a imitar el aullido ceremonial que Alaric y Draven habían entonado horas antes.El aire olía a vino, a carne asada, a magia antigua.Y Lyra…Lyra sentía dentro del pecho un sol latente.Los vínculos con sus dos compañeros ardían y respiraban como si tuvieran vida propia.Un lazo dorado hacia Alaric, caliente, vibrante, indomable.Un lazo plateado hacia Draven, profundo, sereno, protector.Por primera vez desde que dejó su valle natal, Lyra se sentía… completa.—Por fin nos aceptaron —pensó, con un suspiro entre cansanc
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