POV ÁNGELAHabían pasado varios días desde que mi padre pudría en esa habitación oscura, y no quería saber nada de él. No era miedo, joder, no. Era algo peor: necesitaba estar preparada, porque si entraba con la rabia cruda y descontrolada, me rompería yo misma. Solo pensar en su voz ronca ordenándome arrodillarme, en sus manos callosas golpeándome hasta que la sangre me sabía a hierro en la boca, hacía que algo negro y viscoso brotara en mis entrañas. Había soñado con este momento durante años, me había masturbado con la idea de su sufrimiento, pero ahora que lo tenía allí, encadenado como el animal que era, sentía que si cedía demasiado pronto, él seguiría ganando. Me seguiría controlando desde su mierda de tumba.Pasaba las horas en la sala de control, fingiendo que organizaba patrullas, que revisaba las rutas de las flores, que ajustaba la seguridad. Pero era mentira. Era una excusa patética para no bajar. Cada noche, al cerrar los ojos, lo veía: a los ocho años, entrando en mi cu
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