Capítulo 13. Con la cabeza revuelta
La noche había caído, pero yo seguía despierta, dando vueltas en la cama. El recuerdo de lo que había pasado con Alejandro unas horas antes me ardía todavía en la piel.Cada vez que cerraba los ojos, revivía el peso de su mirada, el filo de sus palabras, la forma en que me había reclamado como suya… y cómo yo, en lugar de resistirme del todo, me había perdido en ese fuego.Me giré hacia la ventana. Afuera, el jardín estaba quieto, con la luz de la luna pintando sombras largas sobre el césped. El silencio de la casa parecía más espeso de lo normal.No estaban los ruidos habituales de la servidumbre, ni el murmullo lejano de la televisión. Solo yo… y, en algún lugar del pasillo, Alejandro.Un nudo me apretaba el pecho.—No eres de nadie —me repetí en un susurro, como si al decirlo en voz baja pudiera convencerme.De inmediato, el golpeteo suave en la puerta me hizo brincar.—Valeria —su voz, grave, atravesó el silencio.Me quedé inmóvil, sin contestar. Quizás, si fingía estar dormida, s
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